Cuando se acercan estas fiestas
entrañables de la Navidad, vuelven a mi cerebro una cascada
incontenible de recuerdo de mi niñez. Una niñez, donde a
pesar de las circunstancias difíciles de aquella época fui
tremendamente feliz, con lo poco que teníamos para
subsistir.
Pero eso poco, esa gran dificultad de elementos básicos para
aquellas familias que tenían que hacer verdaderos milagros
para llegara a fin de mes, sólo hacía unirnos más y aplicar
mejor que nunca la palabra solidaridad entre los pobres.
Esa palabra tan de moda hoy día pero que, en la realidad
dicta mucho de llevarse a la práctica porque cada uno va a
lo suyo sin preocuparse ni poco ni mucho, más bien nada, de
los demás
Y no existe diferencia alguna entre hace musíos años y la
época en la que estamos viviendo. Hemos retrocedido muchos
años, en el tiempo, y lo que en aquella época se llamaba
Auxilio Social, hoy sólo ha cambiado de nombre, simplemente
se llama Caritas o Banco de alimentos. ¿En qué hemos
avanzado?.
No es mí intención entrar en estas fiestas en política,
tiempo tendremos de hacerlo porque, sin duda alguna, el
pueblo español los “currantes” y los pensionistas tendremos
que seguir dando “el callo” aportando nuestro escaso dinero
para mantener a la enorme clase política, tenemos más
políticos que otros países más desarrollados, aunque parezca
mentira. Y lo peor de todo es que una gran mayoría de los
llamados políticos son de una mediocridad que espanta.
Insisto, no quiero escribir, en estos momentos de política,
pero la realidad que estamos viviendo me lleva a hacerlo.
Así que vuelvo al inicio de mí escrito y vamos a contar
parte de esos recuerdos que acuden a mí cerebro, de aquellas
fiestas navideñas de mí niñez.
Recuerdo a mí padre, todo remangado, haciendo la masa en el
lebrillo, para hacer los correspondientes borrachuelos, y
como mí madre y nosotros le ayudábamos a cortarlos cuanto la
masa estaba extendida sobre la mesa.
Aquello era como un rito, que aceleraba nuestros corazones
de niños, a la espera de que fueran sacados de la sartén y
preparar el sustituto de la miel, con agua y azúcar para
echársela por encima a los borrachuelos, pode coger uno de
ellos y levárnoslo a la boca. Sólo uno el resto habría que
esperar al día 24, para comernos la parte correspondiente
que había quedado, después de compartirlo con los vecinos
que no tenían esos dulces pero que, a su vez, nos
proporcionaban un buen trozo de pollo o un buen calado. Así
se iban repartiendo entre los vecinos lo poco que cada uno
podía aportar. Eso si que es solidaridad. Y es que entre los
pobres, la solidaridad siempre ha existido
¿Existe hoy la solidaridad entre los que más tienen con los
pobres?. No le den más vueltas, los solidaridad sólo existe
entre los pobres. Observen quiénes han sido los que más han
dado a los bancos de alimentos o los “mercadillos”. NI lo
duden un solo momento, los que más hemos dado, hemos sido,
los de siempre, los que menos tenemos. Los mismos que
estamos pagando la crisis en España, los que menos tenemos y
a quienes le suben más y más los impuestos. No te vengas pa
España, Pepe. Ahora, no.
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