Si en cada debate televisivo de
alcance nacional asistimos a la exhibición ridícula y
bochornosa de contertulios conservadores que pretenden
reducir el patriotismo a una suerte de golpes de pecho y
lágrimas producidas por banderas y desfiles militares, lo de
esta ciudad, facha como pocas, traspasa los límites del
esperpento, elevándolo a su máxima y patética potencia.
Nuestra cercanía con Marruecos y las clásicas reclamaciones
sobre Ceuta y Melilla de su tiránica monarquía crean el
escenario perfecto para que la estupidez y el racismo
latente den lugar a situaciones surrealistas, al igual que a
explicaciones, excusas y argumentarios de parvulario. “Yo no
puedo ser racista por motivos familiares” me dijo un racista
en cierta ocasión. Es lo mismo que lo que dicen muchos
homófobos: “yo no soy homófobo, tengo amigos gays”, como si
ser homófobo consistiese en hacer el vacío a los
homosexuales, como si el racismo moderno se midiese con los
mismos parámetros que el racismo del apartheid o el nazismo.
Hace falta ser zoquete.
Si no fuese porque ya estoy acostumbrado, habría asistido
con asombro a las salidas de tono, insultos, bravuconadas y
“Eejjjpañass” que un cartel publicitario de la compañía
Vodafone ha causado entre buena parte de la sociedad
caballa. Me hubiera encantado que dicha indignación hubiese
sido motivada por alguna noticia que asociase a Vodafone a
la explotación laboral o infantil, a algún ERE
indiscriminado, a una subida de precios, a complicidades con
la destrucción del medio ambiente o algo similar, pero no.
Lo que hace que algunos patriotas pongan el grito en el
cielo es un anuncio en árabe y una bandera de Marruecos
en...Marruecos. Los que no acuden a ninguna manifestación en
defensa de los derechos de sus compatriotas se han indignado
porque una compañía de telefonía móvil ha instalado en
nuestro suelo, como en el de otros lugares del territorio
nacional, un anuncio publicitario dirigido al turismo
marroquí. Al parecer, esto es una afrenta. Las
multinacionales y el Gobierno nos pueden mear en la cara,
pero no pueden dañar nuestra sensibilidad patriótica.
Sin duda, la derecha hace bien su trabajo. El colonialismo
del estilo de vida norteamericano es aceptado sin rechistar.
Las hamburguesas y las patatas fritas sustituyen la
gastronomía propia de los países, vemos publicidad en inglés
en cada esquina, adoptamos el inglés para nombrar a muchos
de nuestros productos, la maquinaria hollywoodiense logra
que en cada rincón del mundo veamos las mismas películas y
las mismas series. Existe una “macdonalización” del mundo
que destruye, en muchos casos, la cultura propia, pero en
este país de pandereta y, en esta ciudad en particular, los
fans de Manolo el del bombo se llevan las manos a la cabeza
por estupideces sin importancia. Son los mismos que aplauden
a extranjeros millonarios que le dan patadas al balón, pero
que piensan que el negro que se juega la vida por tener una
cama y un plato caliente viene a quitarles el empleo. El
racismo, al fin y al cabo, no es, ni más ni menos, que una
forma de clasismo, una consecuencia de la sociedad de
clases, la ideología dominante y el orden económico
existente. Pero esto es difícil de entender para el patriota
de pandereta.
Indignación en las redes sociales
Muchos ciudadanos han denunciado a través de las redes
sociales una situación que les parece indignante y muy
preocupante. El hecho se ha producido con motivo de una
publicidad que la conocida empresa de telefonía Vodafone ha
puesto en varias zonas del centro de la ciudad,
principalmente en las marquesinas de los autobuses. La
publicidad está escrita en árabe y algunos ciudadanos el
colmo es que se ha situado una bandera de España en la
península y otra de Marruecos sobre Ceuta. Este hecho ha
causado la indignación de numerosos ciudadanos, que se
preguntan quién ha permitido que se lleve a cabo esta
situación al considerar que se dá a entender que Ceuta
pertenece a Marruecos.
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