Fidel Castro es uno de mis grandes
amigos. Me encuentro orgulloso de encontrarme entre aquellos
que apoyan el derecho de los cubanos a elegir su propio
destino. Las sanciones que castigan a los cubanos por haber
elegido la autodeterminación se oponen al orden mundial que
queremos instaurar. Los cubanos nos facilitaron tanto
recursos como instrucción para luchar y ganar. Soy un hombre
leal y jamás olvidaré que en los momentos más sombríos de
nuestra patria, en la lucha contra el apartheid, Fidel
Castro estuvo a nuestro lado.” Al llegar a la palabra
apartheid, muchos habrán adivinado quién es el autor del
párrafo anterior. Sí, exacto, se trata de Nelson Mandela,
fallecido el pasado jueves 5 de diciembre y homenajeado y
reconocido hoy por personalidades de todo el espectro
político.
Hay que reconocer que a la derecha se le da bien eso de
apropiarse de los símbolos ajenos. Sin ir más lejos, la
derecha española, franquista hasta hace dos días y opresora
de demócratas, hoy no admite que nadie le de lecciones de
democracia y hasta presume de “popular”, término proveniente
de “pueblo” e históricamente ligado a la lucha de la
izquierda. En Venezuela, la derecha oligárquica encarnada en
Capriles reivindica a Bolívar e incluso a Chávez, queriendo
vaciar el chavismo de contenido para así poder usarlo en su
beneficio. Martin Luther King es admirado por todos, pero
pocos dicen que era odiado por la derecha estadounidense y
que, precisamente, fue asesinado cuando giró hacia posturas
más radicales, asociando irremediablemente la lucha de los
suyos a la lucha contra el capitalismo. La derecha vacía de
contenido a los referentes de lucha, los convierte en
apolíticos para poder reclamarlos y usarlos en sus
discursos. Con Nelson Mandela lo hicieron y lo siguen
haciendo. Mandela no fue ningún negrito pacífico y
obediente, sino un guerrillero, un revolucionario que pagó
con 27 años de cárcel su rebeldía y que hasta 2008
permaneció en la lista de terroristas de Estados Unidos.
Muchos de los que hoy reivindican su legado son los mismos
que le oprimieron en el pasado, los que aplaudían cuando las
fuerzas del Estado aplastaban a las guerrillas, los que
apoyaron el apartheid del que hoy reniegan. ¿O es que acaso
el régimen sudafricano contra el que luchó Madiba no
disfrutaba de apoyo internacional? Por supuesto que sí, al
igual que el de Pinochet, el de Suharto, el de Mobutu o el
de Videla.
La política funciona con símbolos y todos queremos ser
asociados a los símbolos positivos y huir de los negativos.
Mandela es el símbolo del antiracismo mundial. La derecha
sabe que no llorar su pérdida significaría, ante la opinión
pública, no apoyar el antiracismo. Quieren estar cerca de
Mandela, igual que quieren que olvidemos su apoyo al régimen
que lo condenó a prisión. Son la hipocresía personificada.
El Partido Popular dice admirar a Mandela. A la vez que
decora nuestras fronteras con cuchillas que matan a
africanos, a la vez que reivindica a Margaret Thatcher
-quien siempre lo calificó de terrorista-, a la vez que
interna a inmigrantes en los CIEs y aplica “leyes de
seguridad ciudadana” para acallar a los desobedientes, a la
vez que se niega a ponerle calles con su nombre para
mantener homenajes a efemérides franquistas. Obama le llora,
mientras mantiene abierto Guantánamo, refuerza el bloqueo a
Cuba, apoya el apartheid israelí sobre Palestina y
sobrevuela el mundo con drones que bombardean a población
civil. Que les den. Mandela no es suyo, sino nuestro. No
está con la Troika, ni con el Banco Mundial, ni con las
empresas de armamento norteamericanas, ni con las
multinacionales, ni con los que llevan a cabo políticas de
recortes que recaen con mayor dureza contra los sectores más
vulnerables. El doctor de Ciencia Política, Juan Carlos
Monedero lo dice claro: “Mandela era, además de negro, rojo,
comunista, culto, internacionalista, africano, hombre libre
en una cárcel levantada por blancos, implacable con los
enemigos del pueblo, enamorado de la revolución. No hagáis
de Madiba un icono vacío de resignación. No era el Tío Tom:
era Malcolm X, Lumumba, un pantera negra”. Pues eso.
Descanse en paz, revolucionario. Y dele recuerdos al Ché.
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