La norma suprema del Estado de
derecho soberano, es decir, la organización establecida o
aceptada para regirlo, ese documento que busca garantizar al
pueblo sus derechos y libertades, cumple hoy 35 años. Una
madurez democrática que cuenta ya con una amplia trayectoria
y que, pese a reformas puntuales para actualizarla, ha
demostrado que su vigencia ha hecho posible que nuestra
Carta Magna haya fijado los límites y definido las
relaciones entre los diferentes poderes del Estado
(legislativo, ejecutivo y judicial) y de estos con sus
ciudadanos, estableciendo así unas bases sólidas para su
gobierno y la organización de las instituciones en las que
se asientan tales poderes.
En estos 35 años, varios de los que fueron los “padres” de
la Constitución quedaron por el camino: Gregorio Peces
Barba, Gabriel Cisneros, Jordi Solé Tura y Manuel Fraga.
Todavía sobreviven en la actualidad otros “padres” que
intervinieron en conformar ese grupo de siete ponentes
encargados de redactar la Constitución de 1.978: José Pedro
Pérez Llorca, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón de UCD y
el nacionalista catalán, Miguel Roca. Un conjunto variado de
pensadores que representaban a todo el arco parlamentario y
que permitió el consenso necesario para configurar nuestra
Carta Magna que cada año es homenajeada en este día.
El recuerdo anual a la Constitución es sinónimo de hacerlo a
nuestro estado de libertades, a nuestro régimen de
funcionamiento, a las reglas de juego de esta sociedad
democrática. Cada año se renueva ese reconocimiento expreso
a los derechos y libertades que compartimos y por los que
nos regimos. Un código de conducta, el funcionamiento de la
sociedad que en algunos aspectos puede ser mejorable pero
que nos vale.
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