La Comisión de Investigación sobre el caso Urbaser ha
supuesto un cúmulo de “verdades estúpidas” por parte del
Gobierno de Vivas, que ha tratado de justificar, indicando
que se ha pagado lo estipulado, pero no justifica en ningún
caso, que el abono se ha hecho por algo que correspondía. El
Gobierno de Vivas no se ha preocupado de fiscalizar los
pagos y la justificación de los mismos, y así se ha
encontrado con la gran sorpresa: se pagaba y se volvía a
pagar, sin control institucional. Este dislate, no ha
acarreado, en ningún caso, ni responsabilidades políticas ni
administrativas, ni de ningún tipo. Más bien, se ha
desplegado un tupido velo y, los mismos que habían de
responder de sus desmanes fueron los encargados de hacer
informes que dieran cobertura legal o apariencia legítima a
un desastre intolerable.
Juan Luis Aróstegui puso ayer un ejemplo claro: con Urbaser
ha sucedido como si vamos a un restaurante, pedimos mero y
nos sirven aceitunas, pero pagamos el mero sin haberlo
comido. ¿Por qué? ¿Juego de tontos o de muy listos? A saber:
no comprobar la amortización de camiones es una negligencia
que ha costado una millonada por la que nadie paga (no ya
dinero sino responsabilidad) y el Gobierno de Vivas, salva
la cara, creyendo que acabó este mal sueño de una noche de
verano, sin reparar que, aún queda mucha más tela por cortar
y más sorpresas por sobrevenir.
El caso Urbaser, ahora mismo es como una herida mal curada,
a punto de infectarse y, quien sabe, si hasta de
gangrenarse. Y si así fuera, habría que extirpar a la mayor
celeridad posible para evitar males mayores. Pudiera darse
el caso, que el Gobierno quedara de nuevo en ridículo con
nuevos episodios sobre el caso Urbaser que podrían
convertirse en un molestísimo dolor de cabeza, tan
insoportable que hasta acarrearía consecuencias indeseables
para algunos o algunos. El que avisa no es traidor.
No se puede dar carpetazo, así por las buenas, a un tema muy
“caliente” y por qué no decirlo: maloliente. El tema Urbaser
huele que apesta y a muy corto plazo puede resultar tan
putrefacto que arrastre a Vivas a un verdadero basurero de
podredumbre y sobresalto. No es plato de buen gusto éste de
Urbaser, porque en él hay muchos cabos sueltos. Y las voces
del silencio pueden surgir, como esas psicofonías que
reclaman justicia y provocan revelaciones insospechadas. No
hablamos de fantasmas sino de realidades ni del más allá
sino de asuntos terrenales y cercanos.
Se ha tratado de despachar este asunto con una ligereza y
autosuficiencia increíbles, como si se tratara de un tema
menor. Dándole un carácter de mera anécdota o como si fuera
el sueño de una mala noche de verano, aunque la pesadilla
Urbaser aún puede tener largo recorrido y llevarse a alguien
por delante como un morlaco envistiendo a la femoral de
alguno.
La puesta en escena de asuntos aún desconocidos, ocultos,
misteriosos, hasta podrían dar luz a la tenebrosa situación
de un “caso” para el que se ha gastado mucha tinta y se han
prodigado todo tipo de opiniones e insultos provocando
tormentosas polémicas.
Puede que no se haya escrito el epitafio de este poliédrico
tema, que parece el monstruo de las mil caras. El Pleno
acaba de dar carpetazo a un capítulo pero en este libro de
Urbaser aún quedan muchas páginas por escribir, con algún
borrón incluido.
Los escribanos saldrán a la palestra, se conocerán
identidades y voces diversas. Un asunto en el que aún queda
mucho por barrer y nunca mejor dicho. Un torbellino de
cuestiones todavía por resolver. Toca esperar pero no mucho.
Repito, el que avisa no es traidor.
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