Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, decía la
canción de esa España de la postguerra. Ahora, sin que
pretendamos destapar el baúl de la Piquer, lo cierto es que
cada día nos desayunamos con una novedad política de un
Gobierno que zozobra, que va a la deriva, que demuestra un
desgaste y un agotamiento verdaderamente alarmantes. La
falta de coordinación y un aparente desconcierto reinan en
Gobierno de Vivas. Prueba de ello son las situaciones tan
surrealistas a las que está llegando y que dicen muy poco de
su eficacia y diligencia. El ahora sí y luego, no. Por aquí,
por allá y por acullá. El hoy digo que modificación integral
del Paseo de la Marina y ahora que nanai, que hay peligro
judicial vía Caballas: un ejemplo que no es más que el
desconcierto, el desatino llevado a los términos del
psicoanálisis de Sigmund Freud sobre “la negación del Yo”
como forma de descontrol de sí mismo. Sí, el “yo Vivas”
convertido en un muñeco político, el jefe de la marcha atrás
como un vehículo cascado o algo más sexual que no llega a
ser capaz de engendrar una decisión política de largo
recorrido o de contundencia social incontestable.
Este Gobierno que da muestras de agotamiento y falta de
ideas, camina al ritmo que marca el diapasón de Caballas o
PSOE. El desempeño del Gobierno es malo, algunos consejeros
están abrasados por Vivas y otros flotan. Un Gobierno que
actúa a golpe de impulsos, con la improvisación como norma
de conducta, es un Ejecutivo desgastado, invalidado para
continuar la legislatura –apenas superado el ecuador de la
misma-, y en evidente declive. Se trata de un Gobierno
mediocre, que responde al mismo problema de “partidocracia
embalsamada” que tanto deteriora la democracia española.
Del Ejecutivo el mejor quizá sea el titular de Hacienda.
Emilio Carreira no da problemas, pero a pesar de arrancar
como un toro en su vuelta a la primera línea de la política
local y de saber lo que se trae entre manos, se desfonda con
el paso de los días, deslizándose hacia un discurso antiguo
y castizo. La consejera de Fomento, Susana Román, hace lo
que puede; con demasiado tajo se la nota cansada y abrasada
pero tiene algo que la hace confiable.
La consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo, Yolanda
Bel, ¿cómo se puede uno equivocar tanto? Con lo lista que
parece, Bel significa el fracaso más sonoro y más grave de
Vivas. Las suyas son carteras que exceden la lealtad al
partido, que deberían confiarse a gentes de mucha
cualificación, experiencia y capacidad. Algo que falta en
este Gobierno.
Gregorio García Castañeda es simpático, expone raro, pero va
haciendo su trabajo, dentro de sus posibilidades económicas.
Se sabe la lección y va al paso.
De la Consejería de Educación, Cultura y Mujer mejor guardar
silencio. A Mabel Deu le quedan ya pocos charcos por pisar.
Turismo y Festejos, son demasiado arroz para tampoco pollo.
En Bienestar Social el desempeño de Rabea Mohamed es mejor
de lo previsto. Mientras Francisco Márquez no está donde
debería y Abdelhakim Abdeselam, sin un euro para gastar,
solo puede malvivir.
Pero lo más grave es que no hay timonel que conduzca la
nave, ni criterio político, ni ideas ni tantas cosas, que
parece un barco a la deriva o un vehículo para el desguace
al que hay que dar de baja con urgencia. Marcha atrás en la
obra de la Marina, marcha atrás en la tasa de ocupación de
las terrazas que se quiere negociar con los hosteleros y, la
próxima –marcha atrás-¿cuál va a ser? ¿Se la preguntamos al
PSOE o a Caballas?
Tanta equivocación, indecisión, ridículo y colapso de
errores, debería conducir a una exigencia de
responsabilidades, a no ser que estemos ante el pelotón de
los torpes.
No se pierda de vista una cuestión: los ceutíes están cada
día más cansados. Son tantos los errores y los desatinos,
que comienza a minarse su paciencia y, más pronto que tarde,
es posible que se produzca también aquí, en Ceuta, algo que
ya es frecuente a nivel nacional: puede darse ese modelo de
protesta de acción directa denominado “Escrache” con el fin
de que los reclamos se hagan conocidos a la opinión pública
y que persigan a los políticos nefastos hasta sus propios
domicilios y que está siendo empleado en España desde marzo
de este año de forma repentina. En Ceuta ya comenzamos a
estar en la órbita de la movilización ciudadana, como se ha
podido apreciar con ocasión de esa unión de fuerzas contra
la privatización sanitaria. Que no se olviden los dirigentes
políticos que la sociedad ceutí comienza a estar harta de
sus desmanes y excesos. Tiempo al tiempo. Aquí, donde nunca
pasaba nada, puede que, a partir de ahora, comience a pasar.
Y que nadie se sorprenda.
Estamos ante un Vivas desnortado, sumido en una alocada
huida hacia adelante, que denota su estado de ansiedad y de
precipitación que se antojan perjudicial Ceuta. Es una
ambición legítima que Vivas quiera presentarse a la
reeleción para la siguiente legislatura, pero no es lo más
aconsejable para el bien común. Vivas se ha conjurado para
llegar a mayo de 2015 habiendo hecho todos los deberes. La
cuestión es si esos deberes que se ha propuesto son los más
adecuados para la ciudad o simplemente responden a una
necesidad particular que no se corresponde con las
necesidades colectivas. Y, sobre todo, pesan sobre Vivas el
descrédito y la pérdida de confianza por parte de
ciudadanos, empresarios y multitud de asociaciones que
observan sorprendidos cómo este Ejecutivo nos ha embarcado
rumbo a un horizonte incierto, pleno de dudas y carente de
músculo para disiparlas.
Ante un Gobierno agónico e inane, con poca capacidad de
reacción, que tiene que bregar con un entorno económico y
social muy complicado de gestionar, se imponen discursos
nuevos y otra forma de hacer política para enfrentar el
futuro con unas mínimas garantías para estabilizar y
consolidar nuestra economía y, por supuesto, generar empleo,
la primera prioridad para los españoles en esos momentos.
Porque lo que se percibe ahora mismo es que la realidad va
muy por delante de la acción gubernamental y que ésta no
tiene capacidad para reconducir la situación. Da la
sensación de que Vivas está apurando los minutos de
descuento y no precisamente con acierto, por lo que ya es
hora de que otros tomen el relevo. Todos saldríamos
beneficiados.
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