La inoperancia política y la falta de capacidad de respuesta
a un problema esencial de interés general como es el
contrato con una naviera para asegurar las conexiones con la
península, nos sitúa en pleno siglo XXI en una aberrante
situación de aislamiento, tan intolerable como bochornosa.
La denominada clase política y, en este caso, los dirigentes
de ambas Administraciones, sumidos en un círculo vicioso de
reuniones y más reuniones para salir con la cabeza caliente
y los pies fríos, no acaban por solucionar un asunto –el del
contrato de interés general para el tráfico marítimo-,
protagonizando unos vaivenes tan sinuosos como el Guadiana.
La acción política se ha de medir por los resultados y no
por las palabras, por el capítulo de los hechos y no por la
dejación de funciones o el pasotismo como síntoma de
incapacidad manifiesta. En este caso que nos ocupa y
preocupa, no puede quedar al libre albedrío de una empresa
privada como Balearia, por ejemplo, que deje en Ceuta al
Pasió por Formentera, en un ejercicio de “buenísmo” –como
ahora se suele decir-, o de buena voluntad.
Una situación aleatoria, coyuntural, circunstancial, no se
puede eternizar en el tiempo, como tampoco los dirigentes
políticos que han de velar por garantizar los servicios
básicos, pueden permitirse que esta ciudad quede aislada, si
no fuera porque Balearia ha decidido operar en
circunstancias en las que no está obligada a hacerlo al no
existir contrato alguno que la vincule.
Cuando se habla de servicios básicos, para los ceutíes,
¿acaso el transporte marítimo no es uno de ellos? Llevamos
varios meses discutiendo si galgos o podencos en un asunto
fundamental y con puntuales “desconexiones” en los
planteamientos de Delegación del Gobierno y Ciudad Autónoma
de Ceuta, desdeñando además, en ambas instituciones, la
iniciativa del Gobierno de Melilla se subvencionar la línea
de interés público, como si aquí fuéramos tan
autosuficientes o austeros que supone un despilfarro imitar
a Melilla o el Gobierno de Imbroda fuera descerebrado y ha
cometido una locura.
De momento, ayer sin ir más lejos, Ceuta dependía única y
exclusivamente de una naviera (Balearia) y de un buque (Pasió
por Formentera) para evitar su aislamiento físico en la
máxima extensión del término. Y mientras, nuestros sesudos
políticos ¿han pensado en esa mujer que ha de ir a diario a
Algeciras para someterse a su tratamiento oncológico? ¿Le
importa realmente a los políticos dirigentes el día a día de
esas personas que no viajan por mero placer? ¿Se han
planteado seriamente si esta situación puede continuar mucho
más tiempo?
No se les cae la cara de vergüenza, porque cuando algún
visitante ilustre (como Ángel María Villar) ha de
desplazarse, pues fleta un helicóptero para él solito y
ríanse ustedes de la crisis y la austeridad, que para eso en
el mundo del fútbol y de la Federación Española se manejan
millones de euros a espuertas que para eso somos Campeones
del Mundo.
Ceuta y los ceutíes no se merecen este maltrato en el
transporte marítimo y, mucho menos, necesitan de malos
gestores que no son capaces de solucionar un asunto de estas
características porque viven tan alejados de la realidad,
que bastante tienen con su mundo idílico y no les preocupa
las molestias que padece el ciudadano por su incapacidad de
gestión.
Ahora bien, el figureo, la representación –con gastos
incluidos-, la parafernalia, los oropeles, la “fantasmada”
en suma, les lleva a ese gran teatro del mundo que les sitúa
por encima del bien y del mal. Mientras, aquí en la Ceuta
del siglo XXI, mientras que en otras partes utilizan el
móvil para reservar mesa o elegir la carta de un
restaurante, aún permanecemos sometidos al capricho de
quienes sólo se preocupan realmente de los ciudadanos cuando
llegan las elecciones.
Esta mortificación bien merecería un serio correctivo
electoral para hacerles pagar el muchísimo sufrimiento que
esparcen quienes viven su vida sin importarles las penurias
de los demás. Lo peor para ellos sería que la memoria no
borrara las imágenes de su incapacidad del cerebro de la
ciudadanía.
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