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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 27 DE NOVIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

ICD y el deporte de Ceuta
 


Jesús Carretero
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

No me cabe la menor duda de que los orígenes de lo que ha llegado a ser el ICD, en otros tiempos IMD, nacieron por el empeño y el trabajo desinteresado de personas que no comulgaban con el deporte profesional subvencionado por las instituciones y preferían el apoyo total al deporte amateur.

Al irnos a aquella época, tengo que recordar a mi entrañable y añorado José María Rodríguez Portillo que fue el alma fundadora del organismo deportivo en Ceuta, a base de mucho trabajo, con pocos recursos y no habiendo ido jamás, de las muchas veces que tuvo que ir a Madrid, a un hotel de cuatro o de cinco estrellas. Rodríguez Portillo, cuando iba a Madrid por asuntos oficiales, se acomodaba en lugares similares a los que frecuentaba cuando iba por su cuenta. Era todo un señor de la honradez.

Eran otros tiempos y era otro el talante del bueno de José María y de quienes le apoyaban, gusten o no las siglas a las que pertenecían.

Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado mucho y tenemos unas estructuras muy rimbombantes, de casi lujo, pero creo que poco efectivas. Se ha ido a las alturas, se han subido a todo lo alto los que las dirigen y la efectividad se ha perdido, a pesar del gran número de personas que rigen o intentan regir o dirigir este deporte.

El ambiente está que arde, por cuanto parece que hay muchas oficinas y muy poca actividad fuera de los papeles, o lo que es lo mismo, mucho papel y poco reflejo de ello en el trabajo.

La primera queja que hay y que se repite un día sí y otro también, es que para qué son necesarias lo que llaman “dos oficinas” del ICD, una en el Guillermo Molina y “otra”, dicen, “en el Ayuntamiento”.

Naturalmente, al primero que se apunta es al gerente, al que se le dice que ¿Qué problemas hay para que no esté todo en un lugar, a mano para todos?.

Y lo que resaltan quienes viven de cerca esta situación es que hay un grupo de profesionales, licenciados o expertos en su materia que son muy válidos, pero a los que no se les obliga a estar más cerca de lo que están en su campo de acción.

Así pues, se llega a lo que, desde dentro, se llama “oficinas vacías con subcontrata de trabajos”. Digamos que una fórmula de hablar que puede ajustarse, a veces, a la propia realidad.

Esto por la parte alta, pero si nos vamos al López Díaz-Flor, nos encontramos con dos cabezas, una directora y otra ayudante, en unas instalaciones que, cada vez, van a peor. Y lo peor es que habiendo, como hay, buenos y solventes profesionales, los dos polideportivos siguen “sin humedad exterior”, con lo que se está reprochando desde dentro, desde muy dentro, al gerente por no dar la cara para solucionar eso y otras cosas más, que él podría.

Hay, en definitiva, instalaciones y profesionales que podrían rendir, pero que, a la hora de la verdad, los que cargan con el mochuelo son los “mileuristas”, mientras que otros se quedan mirando a las estrellas.

Y ya que hemos hablado del López Díaz-Flor, también habrá que mirar al Nuevo Polideportivo, al Guillermo Molina, del que, desde fuera, se dice que no se conoce al director. ¿Es que no lo tiene?.

Como la situación es muy compleja, la inversión no es nada corta y las necesidades son grandes, sería el momento de que el propio gerente diera un puñetazo sobre la mesa y pasara a ser, de verdad, gerente, si es que no se lo está impidiendo alguien.

Al menos, sería bueno que, de vez en cuando, al menos pudiera coger el teléfono. No es mucho pedir.
 

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