Lo que está sucediendo con el
colegio público Príncipe Felipe y el caos en el paso
comercial del Biutz y en la frontera del Tarajal ya pasa de
lo admisible.
No es comprensible que día a día el problema, en vez de irse
solucionando, se va agudizando y la paciencia de los padres
de los alumnos se va acabando por falta de acciones que
acaban con la situación.
La idea de derribar la escalera por la que se accedía hasta
el polígono, pasando por la puerta del colegio, es, sin
duda, un perfecto desacierto, ya que son muchos los
escolares que la venían usando a diario. También es cierto
que los porteadores la invadían cuando no pudiendo pasar sus
mercancías por el Biutz decidían darse la vuelta con la idea
de transportar sus bultos por la frontera, algo que saben
que no se puede hacer pero que se ha convertido en más de
una vez en costumbre.
El miércoles, los padres de los alumnos, hartos del
problema, dieron un primer aviso. Ese mismo día, aunque por
la tarde, se sucedieron las reuniones y tanto el delegado
del Gobierno como el presidente de la Ciudad coincidieron en
que los progenitores llevaban razón en sus reivindicaciones.
Lo lógico es que alguien con responsabilidad y con sentido
común se hubiese pensado qué solución era la más idónea.
Pero lo que tendría que haber sido un remedio lo único que
ha hecho ha sido agravar más el problema existente. ¿Nadie
ha pensado en que quitando la escalera que discurre entre la
rotonda del Tarajal y el colegio se dejaba sin un paso
esencial a muchos de los escolares? ¿Nadie sabía que son
muchos los niños ceutíes que residen en Marruecos y que
vienen todo los días a la escuela del Príncipe Felipe? O que
otros muchos viajan en el autobús hasta El Tarajal y luego
toman las escaleras para ir al colegio. No se sabe de que
mente habrá partido la feliz idea, pero es evidente que en
la empresa privada, el responsable, hoy, estaría de patitas
en la calle
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