Hay dos mujeres en el Partido
Popular cuya ambición desmedida por acumular cada vez más
poder es harta conocida. Son ellas Soraya Sáenz de
Santamaría y María Dolores de Cospedal. Tan
distintas en todo y, sin embargo, se repelen sin solución de
continuidad. Y es que ambas, luchando soterradamente, tratan
de ganarse la voluntad absoluta de Mariano Rajoy. Y,
claro es, darían lo que el presidente les pidiera con tal de
que éste dijera a los cuatro vientos cuál de ellas es la
niña de sus ojos. Menos mal que Elvira Fernández es
señora muy tranquila y hasta creo recordar que leí en su día
el mal concepto que tiene de los celos.
La primera, como vicepresidenta del Gobierno que es, produce
pena verla y oírla cuando sale por televisión dando una
conferencia de prensa para anunciar medidas tomadas contra
los intereses de las personas más desfavorecidas. La puesta
en escena de Soraya es conmovedora. Sobrecoge la pesadumbre
con la que narra los hechos. Convertida en estrella de las
necrológicas es merecedora del Premio César
González-Ruano. No sé a qué espera el ABC para
concedérselo.
En cambio, cuán distinta es la forma de ser de la segunda, o
sea, de la señora De Cospedal, como secretaria general del
partido que es; quizá a instancias del asesor principal de
Rajoy, Pedro Arriola. De cuya atribuida infabilidad,
como oráculo del presidente de la nación, la única que a lo
mejor se lo toma a chufla es su mujer, Celia Villalobos.
Lo cual suele suceder en casi todos los matrimonios.
María Dolores de Cospedal es tachada de ser proclive a decir
inconvenientes a cada paso. Se le acusa de no pensar lo que
dice y, por tanto, lo que suele largar son barbaridades que
causan tanta hilaridad entre la gente como disgustos le
cuesta a su partido. Pero sus meteduras de pata, sobre todo
a raíz del ‘caso Bárcenas’, dan la impresión de no haberle
causado desgaste alguno en la confianza que Rajoy tiene
depositada en ella.
Soraya Sáez de Santamaría, desde que aparece en público con
Cristóbal Montoro, está perdiendo parte del prestigio
ganado por ser la mujer que mejor da los pésames en España.
De seguir así, puede que nunca gane el González-Ruano.
Premio que daba la impresión de tenerlo en el bote.
En lo tocante a su ‘íntima’ enemiga, y competidora en hacer
posible que Rajoy coma en su mano, está poniendo en peligro
la unidad del PP. Incluso se escribe en periódicos
nacionales de gran tirada que en la calle Génova no existe
dirección y que las cosas funcionan en la sede por costumbre
y porque en las autonomías todos buscan su espacio, y tratan
de hacer la guerra por su cuenta y riesgo.
A la señora De Cospedal se le tilda de ser la causante de
que el desmadre se haya instalado en el partido. Que en él
no se hace política. Mientras ella se lava las manos
diciendo que sólo cumple con la voluntad del presidente del
Gobierno. Y que ella hace lo que éste le dice y proclama lo
que le ordena. Y santas pascuas.
Por lo que no ha tenido el menor inconveniente, hace nada,
en ponerle voz a una orden de Mariano Rajoy: que los
presidentes de autonomías y alcaldes populares se guarden
muy bien de seguir postulándose como candidatos a las
elecciones de 2015. Que no es tiempo aún de que comiencen a
hacerse el artículo de la continuidad deseada. Y cuando esta
mujer habla, créanme, no lo hace en vano. Y sí para bajarle
los humos a cargos atrevidos. Como verán, hoy no he mentado
a nuestro alcalde.
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