A nadie se le escapa que los
españoles estamos viviendo un tiempo especialmente difícil
por mor de los obstáculos que nos está generando una crisis
económica que no cesa y que sigue golpeando duramente a la
clase media. Estrato social sometido a sacrificios tan
grandes cuyos resultados están a la vista: cada día se van
produciendo más bajas entre sus militantes a la par que va
aumentando el número de pobres de solemnidad. Axioma.
Los pobres de solemnidad son tantos que las calles de muchas
ciudades españolas están ya atiborradas de pedigüeños. Sin
contar los que siendo vergonzantes son hasta capaces de irse
muriendo de hambre en un rincón si no hay un alma caritativa
que acuda en auxilio de ellos.
Lo que nos recuerda, cambiando lo que haya que cambiar, a
aquellos hidalgos de los que nos hablan los libros que
describen la vida en tiempos comprendidos entre la baja Edad
Media y principios de la Moderna. De lectura imprescindible
para que sepamos que España ha tenido siempre tres
problemas: escasez de dinero, mala administración y ningún
reconocimiento de cuando se está produciendo un período de
nuestra decadencia.
Nuestra decadencia, en estos momentos, es tan palmaria como
sangrante. Y para corroborarlo no hace falta más que ver las
imágenes que nos ofrecen las televisiones sobre lo que está
sucediendo en Madrid: la basura se acumula en sus calles y
la capital del reino es ya lo más parecido a un muladar.
Debido a una huelga de empleados de la basura que se niegan
a ser despedidos. Porque saben, más que bien, que en pocos
meses muchos de ellos podrían formar parte de esa legión de
pedigüeños a los que la alcaldesa de la Villa y Corte quiere
desterrar de la vía pública. Con el fin de que los
visitantes no saquen conclusiones nefastas acerca del
comportamiento de unos políticos que están dando el cante en
todos los aspectos.
Los políticos son unos privilegiados. El privilegio: “¡Ya
está ahí la odiosa palabra, contra la que se alzaron los
hombres de la Revolución francesa! La palabra que separa,
que divide, que hace distingos entre hombre y hombre”. Pues
mientras unos desean trabajar en lo que sea para sacar
adelante a los suyos, otros se lo llevan calentito
interviniendo en negociaciones cuyo destino es desembocar en
desencuentros siempre contrarios a los intereses de los
currelantes.
Desencuentros que, a estas alturas de la vida, todos
conocemos sobradamente: se trata de que hay políticos que
ponen la mano a ver cuánto les cae por parte de la empresa
que ha ganado la concesión de lo que sea, y la empresa, a su
vez, tiene ya en mente recuperar los dineros perdidos por la
mordida acordada.
La mejor manera es anunciar en el momento oportuno medidas
restrictivas contra los trabajadores. A fin de que éstos se
revuelvan iracundos ante lo que no deja de ser una
injusticia. Y, tras la falta de entendimiento entre partes,
que ya había sido dada por hecho, surge la suspensión de la
tarea para que autoridades y empresarios puedan, mediante
presión, seguir beneficiándose de un desaguisado del que
eran conscientes en toda regla.
La huelga de la basura en Madrid, a punto de ser
desconvocada, ha ocurrido ya muchas veces y seguirá
ocurriendo en diferentes sitios. Con los mismos resultados
de siempre. Esperamos, por nuestro bien, que aquí no se
produzca semejante desatino. Es lo que nos faltaba para
completar el cúmulo de despropósitos habidos ya.
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