De un tiempo a esta parte, nuestro
alcalde no cesa de propagar, en cuanto los periodistas le
ponen la respuesta a huevo, que está que se sale en todos
los sentidos; vamos que está repleto de ganas, fuerza e
ilusión para volver a ser el candidato de su partido a las
elecciones en 2015.
Que nuestro alcalde esté tan bien de salud, física y mental,
como él no para de preconizar, nos parece una gran noticia.
Ya que, como partidarios que somos del utilitarismo, su
estado de gracia en todos los sentidos nos llena de
satisfacción.
Y es así, porque cuanto mayor sea su bienestar, mejor será
para todas las personas que dependemos de su gestión. A no
ser que nuestro alcalde siga viviendo en una confusión
permanente: la de creerse que es útil todo lo que a él y a
sus amigos le resulta beneficioso. Algo que ha venido
ocurriendo desde hace varios años y que ha desembocado en un
comportamiento de parcialidad manifiesta en todos los
sentidos.
Nuestro alcalde, que siempre se ha significado por
evidenciar que está sobrado de humildad, ha querido insistir
en lo mismo. Y ha declarado que si no se presentara a las
elecciones no se produciría ningún descalabro en el Partido
Popular de Ceuta. Ya que en la sede de la calle Ainara hay
personas muy válidas para encabezar su candidatura. Y lo ha
resaltado con la boca chica. La que maneja con soltura
suficiente para encandilar a sus incondicionales. Y, por
supuesto, el personal ha experimentado una sensación de
alivio tras un tiempo de angustia y preocupación.
No obstante, pronto se le ha notado que lo dicho era mero
cumplido, un decir sin convicción, una forma de poner, una
vez más, en el escaparate electoral su tan cacareada
modestia, su tan celebrada sencillez. La de alguien exento
de engreimiento y vanidad. Aunque, como es habitual en
nuestro alcalde, a renglón seguido ha metido la pata hasta
el corvejón.
Y la ha cagado -perdonen la malsonante expresión- en el
preciso momento de declarar que si se ha ofrecido para
seguir siendo alcalde es porque, en tiempos tan difíciles,
donde al parecer las perspectivas electorales para su
partido no son tan buenas, le toca demostrar que luchará lo
indecible a fin de patentizar que está al servicio de todos
los ceutíes.
En una palabra, que ahora lo que está reclamando nuestra
primera autoridad es que le reconozcamos el enorme valor que
atesora por atreverse a ser candidato en las elecciones del
2015. Que -de no ser él tan caballa y tan dado a obrar
milagros que repercutan favorablemente en su ciudad- la
mejor decisión hubiera sido anunciar su renuncia, cuando
hubiese procedido.
Con semejante intervención, el ego de nuestro alcalde,
político profesional acostumbrado ya a ser el personaje más
lisonjeado de esta tierra, el más poderoso y quien decide lo
que será de los demás y muy dado a otorgar prebendas a unos
y condenar a otros, ha salido de su caparazón para orearse
un poco. Y uno, que está al tanto de la cosa, no ha tenido
más remedio que darle aire.
A nuestro querido alcalde le está pasando factura su orgullo
desbocado. Su soberbia inaguantable. Su arrogancia contenida
y un deseo palmario de querer serlo todo en la ciudad. Sólo
le falta a nuestro alcalde, cuando se pone colérico, pedir a
voz en cuello castigos severos para quienes lo conocemos
sobradamente y le pedimos que deje de hacer ya de su capa un
sayo. De cualquier manera, hay alcalde para rato.
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