Es la frase que más se ha
repetido, en las últimas 48 horas, desde que apareció la
lesión de Messi y se aceptó que era una lesión de
consideración, por no decir grave.
Estaba claro, para muchos, incluso de Barcelona, aunque allí
tapan todo para no desenmascarar el separatismo latente, que
la vida del jugador era diferente ahora que hace un par de
años o tres, pero nadie se atrevía a decir nada porque para
todos los seguidores culés primero era Messi y, a
continuación, todos los cielos.
Ahora sí, ahora se dice, mostrando la más rancia de las
hipocresías y atreviéndose a opinar de lo que, tan sólo hace
una semana, era inopinable.
Es el periodismo de hoy, especialmente en la parcela
deportiva, donde se santifica a cualquiera y cuando deja de
estar en todo lo alto se trata de embadurnar, con lodo, todo
lo mucho que antes se había alabado.
Aquí queda claro que no hay nada de lo que pueda hacer el
ser humano, que no esté sometido a la crítica o a la
opinión, en cualquier momento, y hasta lo más baladí,
especialmente en las figuras, se interpreta como una ofensa
al cielo o al mismísimo Dios.
Para muchos, hasta hace pocos meses, Messi parecía la
reencarnación de la mismísima divinidad, y daban por bueno
todo lo que, años ha, se hizo para que llegara a la estatura
que ahora tiene.
Nadie podrá decir si eso era bueno o malo, eso,
difícilmente, se puede cuantificar, aunque todos murmuren,
por lo bajo, que de no haber caído en un club como el
Barcelona, Messi no hubiera sido el Messi que estamos
viendo. Con todo, de ahí, que no le den más vueltas, no se
puede pasar.
Ahora bien, de lo que sí están pasando o se están pasando
cuatro pueblos de un tirón, en más de una crítica, es de
achacar todo lo bueno del jugador a su ex técnico,
Guardiola.
Se siguen pasando los pueblos de tres en tres, cuando le
critican al jugador el que haya cambiado de preparador y no
saben por donde andan, cuando dicen que este jugador “no
sabe comer”, o que come lo que no le viene bien para ser un
deportista de élite.
O se equivocan mucho, o es que más de uno ha sido invitado
por el propio Messi a comer a su casa y tras haberse dado el
banquete padre salen criticando lo que come. Da vergüenza
que se pueda hurgar tan burdamente, en la vida diaria de una
persona, por muy famosa que sea y por mucho que “venda” lo
que se dice de él.
Ahora, dirán los más sensatos, lo único que queda es esperar
a ver cuales son los resultados, tras dos meses de
tratamiento, luego, no me cabe la menor duda de que, muchos
se van a comer sus propias palabras si el jugador vuelve a
ser lo que ha sido.
El problema de lesiones, y en el Barça las ha habido en
cantidad, y todas muy duraderas, tiene que venir por esa
serie de años jugando a tope todos los días, entrenando al
límite todo el año y sin un respiro, ni en fiestas, ni en
días de trabajo.
Los clubes y las marcas publicitarias, que para eso pagan
muy bien, quieren hacer de los jugadores verdaderas
máquinas, máquinas que, en algún momento, se tienen que
desengrasar o se tienen que romper.
Esto parece que se olvida y por muy famoso que sea un
jugador, por muchos goles que marque, su cuerpo es de carne
y hueso, una carne y unos huesos que aguantan hasta que
dicen, basta, y eso ha pasado ahora con Messi.
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