Te conozco hace una porrada de años, pero la diferencia de
edad y mi marcha de Ceuta hicieron que empezáramos a intimar
de verdad hará unos 5 años o así.
La primera impresión que tuve al acercarme más a ti fue
chocante, imagino que a muchos les habrá pasado. Destilas
descaro por los cuatro costados y eso hay que saber
entenderlo. Pero… cuando traté de conocerte mejor me llevé
una increíble sorpresa: tras esa fachada de pasota y hasta
borde había algo más. Mucho más.
Me empeñé en conocerte a fondo y no, no me equivoqué. Poco
hablador, pero no hay una sola palabra gratuita que salga de
tu boca, todo tiene su por qué. Y además te da igual cómo lo
interpreten los que escuchan. Quizás es una de tus mayores
virtudes y a la vez lo que te dio más quebraderos de cabeza.
Sin embargo, y por extraño que pueda parecer, nunca te
granjeó enemigos. Problemas sí, enemigos no. Recuerdo que
una vez me dijiste: “un enemigo es alguien que te odia, que
quiere hacerte daño y en cuanto pueda te lo hará. Si no se
cumple todo eso, no es un enemigo, pienses tú lo que pienses
de él.”
Nada de lo que dices es gratuito. Recuerdo largas
conversaciones de toda índole contigo que siempre acaban
igual: “anda ya, tómate algo, coño”. Porque vivir
disfrutando el momento es lo tuyo, pase lo que pase y pese a
quien pese.
Te dije que colaboré en varias emisoras y me dijiste que no
quieres un micrófono ni bañado en oro. Pero te tocó, a ver
qué hacías, pero siempre piensas que no es lo tuyo; yo creo
que sí, pero si hay alguna opinión que respeto es la tuya.
Sabiendo que no comparto muchas de tus pasiones, me haces tu
amigo. Y a mi mujer. Y a mi hija. Eso dice mucho de ti,
quizá más que cualquier otra cosa. Compartir risas,
seriedades, problemas…no se hace con cualquiera.
Cuando mi madre inicia su declive, ahí estás tú. Hasta el
final. Lo mismo me das una colleja que un sincero abrazo. Y
no me dejas solo. Hasta el final.
En tu 68 cumpleaños invitas a familiares y amigos íntimos a
una comilona. Ya en los postres (más bien en las copas)
tratas de dar un discursito para agradecernos nuestro apoyo
porque lo peor había pasado y agradecer nuestro apoyo. No te
dejamos, no hacía falta que hicieras algo así.
Poco después, a Granada. Lo peor pasó. Tomas una decisión
que me cuentas. La respeto y la comparto: “Carlos, no pienso
luchar contra lo inevitable”. Me hundo y recuerdo a mi
madre. Desde entonces, todo se precipita, pero nunca me
fallas. Una llamada mía o de mi mujer suponían salir a
tapear. Al final, sólo a nuestra casa, tu cuerpo ya no
aguanta más. Pero sigues viniendo porque nos quieres y sabes
que te queremos.
Luego la cosa sigue su curso y ya no puedes venir ni a
nuestra casa. Dejas de coger el teléfono, le dices a un
amigo común que no quieres que nadie te vea así. Y luego se
acaba.
No se acaba, José Luis, te habrás dado cuenta que no he
hablado nunca en pasado, porque tú sigues aquí, siempre
seguirás aquí, querido amigo, y aunque titule esta parrafada
como “Ha sido un honor…”, lo correcto sería decir “Es un
honor ser tu amigo, José Luis “
Carlos, Mari, Rocío y Encarni no es que no te vayan a
olvidar nunca, es que siempre te tienen presente. Eso,
querido amigo, no va a cambiar nunca.
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