Las notas se acumulan en el
cuaderno, generando un mar de dudas a este escribano del
limes. ¿De qué les escribo éste domingo….? ¿De las
elecciones comunales (locales es decir) convocadas con un
considerable retraso, albricias al fin y al cabo, para 2015?
(deberían haberse celebrado éste año); ¿del retraso sine die
¡y ya va para ocho años!, del juicio contra la mediática
Nadia Yassin, la “Pasionaria” de los adilistas de Justicia y
Espiritualidad acusada de todo un poco tras declararse
“republicana!”? (obviamente el Neomajzén tiene miedo al
rifirrafe en los juzgados) ¿O acaso de la descafeinada
estadística manejada por el ministro de Justicia, el amigo
Ramid, según el cual son dos los centenares de jóvenes
marroquíes que combaten en Siria “cayendo muchas bajo las
balas de los beligerantes”? (sic). Y el doble también
Mustafa, te lo digo yo.
Dejaremos pues estas fruslerías para otro momento
centrándonos en lo que toca, Ceuta, siempre Ciudad Querida y
en sin duda el reto más importante que afronta ya la Perla
del Mediterráneo para el inmediato futuro: la apuesta por la
convivencia. Con ser de calado la crisis económica rampante
así como la sutil pero continua marroquinización de la
ciudad, el frente que se perfila como más preocupante es el
de la convivencia entre diferentes etnias y modelos
cultural-religiosos, máxime cuando el vuelco demográfico ya
se intuye en el horizonte. Ceuta (como Melilla) es España,
es Occidente y por ello los derechos y libertades
fundamentales de la persona están reconocidos y a salvo. La
comunidad musulmana, una más y a este paso la mayoritaria a
corto plazo, goza obviamente de estos derechos como el resto
de la ciudadanía, unos derechos dicho sea de paso de los que
carecen incluso países modelo en su órbita geocultural, como
el vecino Reino de Marruecos. Es decir, que una presunta
marroquinización no de hecho (en buena medida esto ya es una
realidad) sino de derecho, constituiría un palpable
retroceso en las libertades fundamentales: de asociación,
reunión, libertad de pensamiento y libertad de religión.
Conceptos y realidades sobre los que invito a reflexionar a
nuestros conciudadanos musulmanes ceutíes y melillenses.
Por lo demás, es un hecho que la Umma (la comunidad
islámica) está inmersa en este nuevo año 1435 de la Hégira
(2013 de la Era Común) en una inmensa “fitna” (división), un
cruel enfrentamiento civil paralelo, salvando las
distancias, al padecido por la Cristiandad durante las
penosas Guerras de Religión (católicos contra protestantes)
que desgarraron Europa desde el final del siglo XV hasta
mediados del siglo XVII y que contribuyeron, decisivamente,
a la ruina y decadencia de España. Matizando que la guerra
interna en la que está inmerso hoy el Islam es endógena,
trascendiendo el histórico enfrentamiento sunní-shií, si
bien obviamente puede haber factores externos que la
exacerben. Es decir, que cualquier sociedad musulmana hoy en
día está sujeta a éstas pulsiones, con independencia de su
ubicación y medio cultural: en el seno de un Estado
musulmán, en colectividades inmersas en el seno de la
inmigración o en ciudades multiculturales (auténticos
laboratorios) como son los casos de Ceuta y Melilla,
habiendo que sumar en éstas a la pulsión religiosa el factor
marroquí. En Ceuta y Melilla nos encontraríamos con lo
siguiente: primero el factor demográfico (ciudades
occidentales con clara mayoría musulmana), segundo las
tensiones de la comunidad musulmana en sí, debatiéndose
entre la integración o la progresiva islamización (entendida
ésta como una ideología política) y en tercer lugar el
anexionismo del nacionalismo marroquí, río en el que también
convergerían tres corrientes de digamos diferente salinidad:
la del Islam tradicional y oficial (el típico en Ceuta),
enraizado en el morabitismo; el neosalafismo alternativo de
los últimos años y sobre el que habría mucho de qué hablar;
finalmente el propio de Justicia y Espiritualidad, el mayor
movimiento de masas del Magreb, con una ideología digamos
que a caballo entre el Sufismo y los Hermanos Musulmanes.
Navegar en estas aguas, de profundo calado y procelosas
corrientes, no es precisamente fácil. De ahí que sea
meritoria la aparición de asociaciones como Al Idrissi que,
en calmada pero constante pugna con el oscuro entramado
asociativo del islamismo radical en la ciudad, que ha subido
como la espuma en los últimos quince años, marque una clara
apuesta por la convivencia ciudadana preparando a los
jóvenes de su comunidad para el inmediato futuro. Y es
también llamativa la falta de reflejos políticos del
gobiernín de la Ciudad Autónoma, que no se ha dignado
desplazar a ninguna de los presuntos profesionales que en él
maman de la cosa pública para asistir en el Teatro-Auditorio
del Revbellín, la pasada noche del 5 de noviembre, a
disfrutar un año más con el espectáculo de música y
colorido, preñado de referencias coránicas, con el que los
jóvenes miembros de la Asociación El Idrissi brindaron
generosamente a los asistentes, conmemorando el Año Nuevo
musulmán. Que yo sepa y estaba en primera fila (corríjanme
si me equivoco), por allí solo apareció Mohamed Alí Lemague,
con el que tuve ocasión de compartir asiento al lado así
como una distendida y jugosa conversación.
Mi cordial felicitación a la Asociación Cultural El Idrissi
por su elaborada puesta en escena; mi enhorabuena por su
continuado esfuerzo en pro de la recuperación de tradiciones
afines al patrimonio cultural de la comunidad musulmana de
Ceuta, que nada tienen que ver con importaciones de
referencia islámica de otras latitudes y que tanto daño
están haciendo, primero, en el propio seno de las familias
musulmanas y luego en el patrimonio de la convivencia
compartida. Un freno (y los dirigentes de El Idrissi lo
tienen muy claro) contra la peligrosa deriva del islamismo
radical, emboscado en la ciudad, es la recuperación y
conocimiento del islam tradicional de toda la vida, el de
los ascendientes y abuelos de muchos musulmanes ceutíes que
poco o nada tiene que ver, créanme, con esas aviesas formas
importadas en los últimos años de vaya a saber usted dónde.
Salam Aleikum, feliz año 1435, jais.
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