El periodista Paco Lobatón participó el pasado viernes en
el IX Congreso de Periodismo ‘Antonio López Sánchez Prado’,
con una ponencia en la que trató la evolución de la
televisión en los últimos diez años. Lobatón, que atendió a
este diario antes de la charla, valora en esta entrevista la
situación que viven los medios de comunicación, además del
‘desprestigio’ de los periodidstas en la sociedad. Por otra
parte, habla de la politización de los medios, y define qué
es lo que se está viviendo, por ejemplo, en ‘Canal Nou’. Por
último, lamenta la presencia de “personajillos” en las
tertulias televisivas, que llevan ocupando “días, semanas,
meses e incluso años” las pantallas de las cadenas de
televisión generalistas.
El periodista Paco Lobatón participó el pasado viernes en el
IX Congreso de Periodismo ‘Antonio López Sánchez Prado’
organizado por el Centro Asociado de la Univeresidad
Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Ceuta. Lobatón
ofreció una charla en la que habló acerca de sus
experiencias y de las expectativas que los jóvenes
asistentes al Congreso tenían sobre la profesión
periodística. Antes de ofrecer la charla, concedió una
entrevista a este medio en la que resume la situación actual
del periodismo en general, y en particular. Durante su
ponencia, Lobatón resumió los cambios que se han producido
en la televisión a lo largo de los últimos diez años. Y es
que, el periodista, muy conocido por ser el presentador de
‘Quién sabe dónde’, considera que se han producido distintos
cambios no sólo en TV, sino también en los medios
radiofónicos y en los escritos con la llegada de los medios
digitales y las redes sociales.
Pregunta.- ¿Qué opinión le merece el momento en que están
los periodistas?
Respuesta.- La sensación que se vive en el Periodismo es una
sensación de final de época. Es una sensación de precariedad
creciente en muchos ámbitos, de desprestigio, porque en las
encuestas los periodistas aparecemos incluso por debajo de
los políticos, algo que es bastante preocupante. Creo que
todo eso es suficiente para que nos replanteemos muchísimo
por qué ha ocurrido, qué es lo que tenemos que hacer para
restablecer no sólo la imagen, sino la función periodística
que vuelva a merecer la confianza de la gente.
P.- ¿Qué cree que ha pasado para que los periodistas
‘caigan’ en esta situación de desprestigio profesional?
R.- La sociedad se comporta de una manera muy inteligente.
Eso que llamamos la gente, que es el conjunto social, es
inteligente en contra de lo que quieren decir o dicen, y
quieren pensar y piensan. Creo que la gente es un ente
inteligente y que, al percibir que hay una utilización que
no es al servicio de la sociedad, sino que responde a otros
intereses, se ha despegado. Es decir, lo que tenemos que
hacer, ni más ni menos, es volver a cumplir el papel que nos
corresponde, que es el de ser servidores de la sociedad en
el mejor sentido de la palabra. Es decir, intermediarios
para proveer a la sociedad de una información veraz para,
frente al poder, ser capaces de ser vigilantes y atentos
frente a todo tipo de abusos, para denunciarlos e instaurar
la confianza de la gente, no ya en los medios, sino en las
instituciones que representan la democracia.
P.- La politización de los medios y la defensa de
intereses privados es un asunto del que se ha hablado en
diversas ocasiones, ¿qué es lo que está pasando? ¿Cómo cree
que los editores deberían tomar cartas en el asunto?
R.- Es un tema muy complejo. No se puede negar la
legitimidad de un medio a establecer una determinada línea
editorial. Pero eso es una cosa y otra es que la narración,
el relato de la realidad, se vea alterado a partir de un
determinado prisma editorial o ideológico. Eso es
inadmisible. Hay hechos que son lo que son, y hay que
contarlos de una manera veraz. En su interpretación caben
todos los enfoques que se quieran, pero en el relato mismo
no. Creo que los ciudadanos en general son capaces de
discernir entre la información y la opinión. Lo que ha
malogrado la relación entre la gente y los medios, y la
profesión periodística también, es precisamente eso. Se han
confundido los géneros y se ha confundido el género mismo de
la información con la opinión. Se ha llegado a abusar en
algunos casos, por ejemplo, tenemos ahora el caso flagrante
de ‘Canal Nou’, de la televisión pública valenciana. Se ha
hecho un uso tan descaradamente partidista, sectario,
manipulado, como están denunciando los propios trabajadores
que se han visto imbuidos en esa maquinaria. Esto no puede
llevar, y no ha llevado más que al abandono. Es decir, la
caída en audiencia de esa cadena es absolutamente elocuente,
y tampoco es casual que, justo cuando los trabajadores,
durante unas horas, han mantenido una programación con
libertad de expresión, dándole voz a todos aquellos que
habían estado vetados, han conseguido triplicar la
audiencia. ¿Por qué? Porque el momento es muy sensible, en
parte, pero también porque de repente la gente se ver
reconocida ahí. La gente está percibiendo que es una ventana
abierta, que no es un embudo por el que se intenta colar la
realidad como sea, es decir, dar una versión de la realidad
absolutamente estrecha.
P.- El intrusismo es otro de los problemas a los que se
enfrentan los periodistas... ¿Cree que supone un grave
problema que personas sin vocación ni titulación proliferen
en los medios de comunicación?
R.- El intrusismo responde a un fenómeno que en la
televisión es bastante visible, que es la
espectacularización de los contenidos informativos. Eso ha
llevado a ese desplazamiento entre el oficio del periodista
de contar la realidad y de interpretarla, y el
entretenimiento basado en hechos de la actualidad, que es
otra cosa. Es decir, la comunicación en un sentido amplio, y
la información, se entrelazan pero son dos conceptos
distintos. En nombre del entretenimiento se ha dado
funciones de comunicadores pero con materia informativa a
personajes, en algunos casos, que están muy lejos no ya de
la formación del periodista, sino de ser un referente
social. Para mí no es tanto el problema de títulos, sino que
en esa función de informar o de interpretar la realidad ante
el resto de los ciudadanos, que es la que debe cumplir un
medio de comunicación -sea cual sea su naturaleza, escrito,
radiado o televisivo-, por lo menos, si no se está formado
para ello, que tenga al menos una capacidad de ser referente
por su capacitación en otros campos y por su propia
autoridad moral. Pero no es el caso de muchos tertulianos o
de muchos personajillos que pueblan la televisión durante
horas, semanas, meses e incluso en algunos casos años.
P.- Gran parte de su carrera profesional se ha
desarrollado en televisión, ¿cómo cree que ha evolucionado
en estos últimos años? ¿Se plantearía volver a presentar un
programa como ‘Quién sabe dónde’?
R.- Nunca me he ido del todo de la televisión y de hecho
ahora estoy en el canal ‘Crimen e Investigación’ haciendo
una labor muy especializada en el intento de rescatar
algunos casos olvidados, casos criminales no resueltos, con
la esperanza de contribuir un poco a que se restablezca la
investigación de esos casos y que se haga justicia. Con la
justicia la sociedad es más sociedad, se cohesiona y se hace
más fuerte en términos democráticos, y si no hay justicia,
ocurre todo lo contrario. Humildemente ahora, desde un
pequeño canal o de un espectro muy pequeño, ya que no es
generalista sino temático y está en plataforma, quiero hacer
esa contribución y espero poderla hacer. El panorama general
que hay en la televisión es el resultado de dos dinámicas
que están entrelazadas y seguramente envenenadas. Por un
lado, la mercantilización, es decir, que imperen sobre todo
los programas de mayor audiencia, pero de audiencias
conseguidas no importa cómo. Estos son los que consiguen
mayores contrataciones publicitarias. Y por otro lado, un
exceso de carga ideológica en determinados contenidos.
También me espanta la falta de apuesta creativa de las
grandes operadoras de televisión, que han hecho una economía
de escala a base de programas de tertulias muy ruidosas,
donde el sentido mismo del debate creo que está desde hace
tiempo muy desvirtuado, y donde parece imponerse la ley de
que el que habla más alto tiene las posibilidades de
llevarse el ‘gato al agua’, y no lo digo por ningún programa
determinado.
P.- ¿Cómo ve el futuro de la prensa escrita tras la
información ‘al minuto’ que ofrecen tanto los medios
digitales como las redes sociales? ¿Qué cree que va a pasar
con los periódicos?
R.- También en este sentido hay visiones muy distintas e
incluso, como dice Ignacio Ramonet, el director de ‘Le Monde
Diplomatique’, que llega a decir que el periodismo es un
oficio en extinción y los periodistas estamos en vías de
extinción. Creo que hay indicios preocupantes en ese
sentido, pero que todavía se puede detener esa pendiente y
hay que detenerla. La sensación de que tenemos más
información que nunca es en parte verdad, pero es una verdad
que hay que desentrañar. Hay más contacto con la información
pero no necesariamente la gente está más informada. Por lo
tanto, hay una rapidez que nunca hubo. Es decir, la
velocidad, incluso en términos tecnológicos está explicado
que sea así porque cada vez pedimos a los dispositivos que
sean más rápidos, pedimos a las conexiones que sean más
rápidas. Es verdad que las noticias circulan no ya con
instantaneidad, sino casi con una dimensión superior. Es
decir, hay casi una anticipación, lo que significa que
estamos ante una instantaenidad llevada al extremo y sin
prácticamente límites. ¿Pero eso tiene que ver con la
capacidad de estar bien informado? No, yo creo que eso
requiere el trabajo profesionalizado del periodismo que
consiste en tomar los hechos, saber identificar todos los
elementos que confluyen en un determinado acontecimiento y
saberlo interpretar. Esa labor sosegada, es una labor para
la que hay que prepararse y se preparan los periodistas y
que yo creo que puede y debe ser rescatada. Sin periodismo
no hay democracia. Esto ha sido una de las verdades que se
han escrito en las pancartas de algunos colegas víctimas de
despidos masivos últimamente. Cuando me refiero a esto, no
lo hago sólo porque me identifico con compañeros en términos
de solidaridad, sino porque realmente creo que es así. Si
una sociedad deja de tener periodistas y medios
periodísticos que sean los vigilantes de que le poder
democrático se ejerce sin abuso de poder y a favor de los
ciudadanos, si no tiene medios que garanticen la libertad de
la información y la libertad de expresión, esa democracia
estará sufriendo un grave handicap y se irá debilitando. Por
lo tanto, es, como decía un gran comunicólogo francés,
Dominique Wolton, el periodismo, la información, es una
institución de la democracia. No podemos aceptar que se
prescinda de ella como si simplemente fuera un negocio más.
No es un negocio. Es un resorte de la propia estructura
democrática y un resorte esencial.
P.- ¿Qué le ha parecido Ceuta?
R.- Estoy encantando de haber sobrepasado el tópico que
habla de una ciudad en un pequeño rincón del norte de África
y de la que no sabemos nada, y sólo pensamos que es una
reminiscencia del pasado. Me ha sorprendido ver una ciudad
con mucha vida dentro y con ese perfume que tienen las
ciudades fronterizas de cruce de culturas, de sensaciones
muy interesantes por ese intercambio entre dos realidades
tan distintas como la de África y la de Europa. Creo que es
en ese sentido una posición crítica, en ciertos sentidos
privilegiada, pero también muy interesante para el
visitante. Es un grandioso espectáculo.
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