Una nueva novedad aparece en el
horizonte de ese más que controvertido proyecto de
remodelación de la Marina: la supresión de la mediana que se
tenía previsto instalar y evitar así los innumerables
problemas que puede ocasionar cualquier avería,
estacionamiento o parada de un vehículo en la zona ya que
colapsaría una vía principal. Ahora resulta que la Ciudad
quiere requerir la opinión de vecinos, comerciantes y
taxistas para resolver un asunto que marca una nueva
modificación de un proyecto que aún antes de nacer trae más
problemas que soluciones.
Se dijo que el cumplimiento venía por imperativo legal al
tratarse de ejecutar una sentencia y resulta que ésta
afectaba solamente a la impermeabilización de los garajes y
no a una obra faraónica de caso 6 millones de euros. Empezó
la contratación por concurso y pasó a subasta. Desde el
principio se viene descubriendo las debilidades de este
proyecto que, a la vista de cómo lleva una trayectoria
sinuosa, con propuestas que aparecen y desaparecen como un
Guadiana urbanístico, parece un foco de enfretamientos.
Cuando un proyecto nace viciado y lo que lo que hoy es
blanco, mañana se torna negro o gris, se viene a demostrar
que no hay criterio y que se actúa a impulsos. A estas
alturas, no sabemos quien marca la pauta: si el Gobierno, si
los técnicos, si Caballas, si las redes sociales, o si todo
responde a la obsesión de Vivas por no perder votos y
arriesgarse a una manifestación pública de rechazo. La
remodelación de la Marina es una cuestión que está trayendo
al Ejecutivo más problemas que satisfacciones. En pocos
días, se ha escrito y dicho lo suficiente como para
considerar que la polémica no es estéril y responde a un
estado de crispación.
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