Los que escribimos en este periódico hemos sido, en
ocasiones duros o muy duros, críticos y especialmente
exigentes con algunos posicionamientos de la coalición
Caballas, al igual que también se le ha elogiado cuando
entendíamos que lo merecían, como sucede en esta ocasión. El
recurso especial contra el pliego de adjucicación del
proyecto del Paseo de La Marina, que Caballas había
presentado, ha hecho “reflexionar” a Juan Vivas que ha
puesto la “marcha atrás” y ha evitado un más que posible
revolcón.
Parece que el único idioma que entiende el presidente Vivas
es la judicialización de sus empecinamientos y, a la vez,
también parece ser la única fórmula efectiva contra el
“rodillo” del Partido Popular en la Asamblea. El Gobierno
alude ahora a evitar “suspicacias” cuando son ellos,
precisamente, quienes las provocan con sus actitudes
altaneras, con su poca claridad en algunas características
de la adjudicación y con chapuzas con ésta.
Bonita forma de salvar la cara, el Gobierno paraliza el
concurso que había convocado y lo saca a licitación con el
precio como único criterio, cuando en principio había fijado
el 10% la baja económica máxima a presentar por cualquier
licitadora. Como ya hemos dicho en varias ocasiones, este
Gobierno tiene la habilidad de decir una cosa y luego la
contraria, sin inmutarse. Parece dejar a un lado los
“criterios subjetivos” que olían muy mal (suspicacias), pero
se ha mantenido en la necesidad de una obra cercana a los 6
millones de euros, cuando en un intento de marear la perdiz,
desde el Gobierno se ha venido vendiendo la excelencia de
una obra que nadie discute en cuanto a su categoría pero sí,
en razón a la inoportunidad de la misma y a su carestía.
La Coalición Caballas le ha sacado los colores, una vez más,
al Gobierno de Juan Vivas y por imperativo legal, única y
exclusivamente, el Ejecutivo ha cambiado la orientación de
su posicionamiento, situando a los técnicos -que son como
ese comodín que se usa cuando interesa-, para salvar la cara
en un asunto en el que muestra demasiado interés.
El temor a un nuevo revolcón es lo que ha hecho que Juan
Vivas recapacite porque ya son varias las causas que lo
tienen inmerso en los Tribunales. Sin embargo, parece seguir
sin escuchar la voz de la calle, ni las opiniones de los
ciudadanos, porque su empecinamiento en llevar la obra de la
Marina a su realización es más que demostrada. Lo peor es
que, cuando quiera escuchar la opinión de los electores en
barriadas, éstos les den la espalda a quienes ahora desoyen
sus opiniones.
La vida política, plagada de promesas incumplidas y “marchas
atrás” como ésta, llega a ser en muchas ocasiones un
verdadero jeglorifico por el que discurrir perdidos. Así lo
ha demostrado ahora el Gobierno con este cambio de actitud y
su justificación de evitar suspicacias, como si ellos no
tuvieran nada que ver en las decisiones que provocan esas
suspicacias. Demuestran que tienen el don de la
contradicción: ni sí ni no, sino todo lo contrario.
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