Viernes, 1 de noviembre, fecha en la que, como cada año,
gran parte de los ceutíes (los que no nos hemos ido de
puente) aprovechamos para salir al campo con los familiares
y amigos a pasar un día agradable y divertido rodeados de
naturaleza. Un día para jugar con los chiquillos, echarnos
unas risas, comer frutos secos, estirar una manta en el
suelo y tumbarnos a charlar y sentir la naturaleza.
Pero, ¿y si donde vamos a estirar la manta nos encontramos
una montaña de escombros? “No pasa nada”, dirán algunos,
“será algo puntual”, dirán otros, “podemos ponernos un poco
más allá”, propondrán. Pues no, porque un poco más allá
resulta que también hay otra montaña de escombros, y más
allá, e incluso un poco más abajo. “Allí parece que está
limpio, vayamos a ver”… resulta que tampoco, porque hay
matorrales con pinchos de más de medio metro.
¿Y cómo es esto posible? Pues por dos sencillas razones. La
primera, y la más importante, por la poca conciencia y
civismo que tenemos las personas con lo ajeno (y sí, nos
vamos a meter todos). No cuidamos lo que no es nuestro, nos
da igual todo. Y la segunda, porque tenemos unos gobernantes
que sólo piensan en ellos y después en ellos otra vez y que
quedan muy bien en la prensa diciendo que están haciendo las
labores oportunas para adecentar los campos para el día de
la mochila. ¿Qué campos, señores? ¿Los que tenéis en el
patio trasero de vuestros chalets en la península?
Es de vergüenza que los ceutíes vayamos a pasar el día de la
mochila a la zona del Hacho y nos encontremos con imágenes
tan lamentables como la que nos encontramos año tras años.
¿Para qué se les paga a muchas empresas que entre otras
cosas tienen la misión de mantener los campos limpios?
Brigadas verdes, Obimace, Plan de empleo… ¿a qué se dedican?
¿Para qué se les paga con dinero público? ¿Para que se
dediquen a darse paseítos con los camiones y a tomar
cafelito todas las mañanas?
Y cada año lo mismo. Y cada año las mismas imágenes. Y cada
año la misma indignación…”
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