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OPINIÓN - SÁBADO, 2 DE NOVIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Obra emblemática
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Las elecciones no están lejos cuando los alcaldes, con deseos de continuar siéndolo, se sacan de la manga una obra digna de cualquier monterilla con ínfulas de faraón. Cuando hablo de alcaldes no quiere decir que otros cargos no hayan construidos aeropuertos grandiosos donde el aterrizaje y despegue de un avión sea considerado de mucho tráfico aéreo.

Tales obras, al margen de que hace posible que dichas autoridades pasen a la posteridad como propugnadoras de hechos singulares, dejan mucho dinero. Comisiones ilegales, conocidas por mordidas, y de las que los partidos parece ser que se encargan de hacer muy buen uso.

Tales comisiones se ingresan en la caja del partido gobernante para afrontar los gastos de la campaña electoral y el dinero sobrante puede hasta pasar a los bolsillos de los políticos más avispados. La venalidad ha sido tan habitual que aun se ha celebrado por parte de personas influyentes en la vida pública. Lo cual demuestra que hay gente para todo...

Influyente en esta ciudad, muy influyente, según nos recuerda cada año el ‘Diario El Mundo’, es Juan Luis Aróstegui. Y, naturalmente, conocedor a fondo de cuanto se viene cociendo en el Ayuntamiento desde hace un porrón de años. No creo, pues, que nadie le discuta al principal dirigente de Caballas su primacía como fiscalizador de todos los gobiernos locales. Excepto –ya que nadie se tira piedras contra su tejado- cuando él era gobierno y formaba un tándem perfecto con un empresario, metido a político, cuya obra faraónica fue poner losetas que han dejado rengos a muchos viandantes.

Pues bien, Juan Luis Aróstegui, perito en todo lo tocante a lo ya reseñado, en cuanto se anunció lo de la obra del Paseo de La Marina, tardó nada y menos en salir a la palestra hecho un basilisco. Más atiesado que nunca y clamando contra una obra que él considera ideada por un manirroto y gran prestidigitador: porque nace trucada por todos los sitios. Y a mí, la verdad sea dicha, me ha parecido la mar de bien la salida en tromba del principal asesor de nuestro alcalde. Y que haya decidido, además, implorar justicia ante tamaño desatino.

Ven ustedes, queridos lectores, cómo uno también es capaz de ponerse de parte de Aróstegui. Sí, hombre, para que luego digan que uno la tiene tomada con él. Que lo trata como si fuera un chiquilicuatre. Que lo persigue con saña. Por tenerle idéntica tirria que a Iker Casillas. Pues no. Y es que, cuando el dirigente de Caballas se comporta como debe, no hay inquina, ojeriza, manía ni nada que obnubile mi conciencia hasta el punto de no apreciar la intervención de un baranda que no siempre va a estar errado. Y a fe que estaba deseando que se me presentara la menor oportunidad para celebrarlo.

No obstante, por haber sido testigo de los distintos barquinazos que ha dado Aróstegui en su dilatada trayectoria política, uno piensa que debe echar mano de la prudencia. Que se impone no partirse de ligero defendiendo a alguien que, en cualquier momento, puede cambiar de opinión y propalar a los cuatro vientos que nuestro alcalde, en una reunión extraordinaria y donde ha imperado el sentido común, le ha convencido de que la obra de La Marina es una gran obra. Emblemática donde los haya. Y que su deseo, el de nuestro alcalde, por supuesto, es que él, Aróstegui, como político influyente, pase también a la posteridad por haber ayudado a la causa. En suma: una vuelta a las andadas.
 

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