Martes. En la calle se sigue
hablando del Barcelona-Madrid. De la actuación de Undiano
Mallenco. De por qué jugó Sergio Ramos en el
centro del campo. De si Ancelotti, tras ser informado
que la alienación de su equipo la sabía el Tata Martínez,
diez minutos más tarde de hablar él con sus jugadores, se
habrá dado cuenta de las razones que tenía José Mourinho
para calificar de soplón a Iker Casillas.
Yo oigo, cuanto se dice, haciéndome el distraído, mientras
los componentes del corrillo donde permanezco están atentos
a mi intervención. A ver si mis pareceres encajan con los
suyos o no. Con lo que el debate estaría servido. Pero hoy
he decidido no entrar al trapo de una polémica que, como
siempre, le ha venido que ni pintiparada a los políticos.
Porque, cuanto menos se hable de ellos, mejor que mejor.
No olvidemos que los políticos tratan por todos los medios
de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa.
Cuánto daría nuestro alcalde, por ejemplo, que los
ciudadanos dedicaran todo su tiempo a enjuiciar sucedidos
futbolísticos y se olvidaran de analizar sus actuaciones
como monterilla destacado.
En vista, pues, que en el debate futbolístico yo me limito a
contestar con monosílabos, ante la extrañeza de los demás
contertulios, la conversación cambia de tercio. Es decir, se
adentra por los terrenos de la política. Ésta, con el
fútbol, son dos cuestiones que hacen posible que los
españoles nos excitemos debatiendo sobre ellas.
Alguien, que está al tanto de cuanto se cuece en la ciudad,
lo primero que hace es poner el toro de la discusión en
suerte: “Te cuento, Manolo, hace ya cierto tiempo que
vengo observando que Vivas, haga lo que haga o diga lo que
diga, es sometido al correctivo correspondiente por parte
tuya”.
-Tu opinión es muy respetable –le digo-. Pero has de saber
que, desde hace bastantes meses, ardo en deseos de enterarme
de que nuestro alcalde ha tenido una actuación meritoria, a
fin de destacarla. Y a fe que me ha sido imposible darme esa
satisfacción.
Interviene un tercero que dice estar en desacuerdo con lo
que escribí sobre las arcadas de Messi y, cómo no,
con el trato que le he dispensado a Landaluce y a
Vivas por haber sido partes principalísimas en ese acto
religioso celebrado en Algeciras, el sábado pasado.
En lo tocante a Messi, paso palabra; ya que me he
prometido hoy no decir ni pío del Barcelona-Madrid. No toca.
Como decía José María Aznar en su mejor época. Que la
tuvo. Claro que sí. En lo concerniente a Landaluce y Vivas
me permito hacerlo de esta guisa:
Verás, yo conocí a uno de esos egoístas sublimes, con una
fuerte tendencia moralizadora, que dan por sentado que los
demás tienen el deber no sólo de aceptarle sus decisiones
sino de aplaudirlas, y cuando esto no ocurre enseguida se
muestran ultrajados, ponen el grito en el cielo y, lo que es
peor, no dudan en perseguir con saña a los osados.
Y te diré más: no son buenos tiempos para que los políticos
decidan homenajearse así mismos organizando homenajes a
otros o montándose espectáculos políticos o acontecimientos
religiosos. Espero que lo hayas entendido.
De no ser así, quizá porque no me he explicado bien, no
tengo el menor inconveniente en redoblar el tambor hasta que
quede claro lo que quise decir… O sea, que un cura debe
hablar como un cura y un político como lo que es…
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