El Gobierno de la Ciudad ha
emprendido una dinámica perversa: la política del engaño
como salvoconducto para justificar lo injustificable o
parapetarse en absurdas excusas para engañar al ciudadano.
Así está ocurriendo con la remodelación de la Marina, una
obra de cerca de 6 millones de euros que se quiere amparar
maliciosamente en una Sentencia judicial que, a lo único que
obliga es a la impermeabilización de unos garajes, pero
nunca a emprender una obra faraónica que conlleva un gasto
que, en estos momentos de austeridad, se antoja tan
superfluo como innnecesario. Sin embargo, el empecinamiento
del Ejecutivo de Juan Vivas, quiere buscar en el escaparate
de la misma, un exponente electoral en el que mostrar sus
grandezas en cuestión de inversión cuando éstas se
desaconsejan en época de crisis económica.
Se congelan sueldos de empleados públicos, se recortan
capítulos de todo tipo para hacer viable el día a día y,
nuestros preclaros dirigentes locales no tienen otra cosa
que hacer que idear un proyecto millonario en euros para
mayor gloria de Juan Vivas, sin importarles el capítulo de
necesidades tan perentorias que sería deseable cubrir en
circunstancias tan críticas para muchas familias. Este
Gobierno, tan insensible como insensato, no escatima fuegos
de artificio con tal de lograr la efímera gloria de una
posibilidad de inauración electoral. Y es que, tienen tan
entre ceja y ceja las elecciones que ayer, en el Pleno, su
portavoz lo hizo en varias ocasiones, guiado por el anuncio
de hace pocas semanas de Juan Vivas al proclamar su
candidatura con dos años de anticipación, en un alarde de
egocentrismo o para tratar de espantar viejos fantasmas del
pasado, no vaya a surgir alguien por ahí que le haga sombra.
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