Fue anteayer cuando una mujer con
mucho garabato, es decir, con el significado de garbo o buen
palmito femenino, con quien suelo charlar en cuanto se nos
presenta la ocasión, me dijo que la división en el Partido
Popular era cada vez mayor y más evidente.
Me lo dijo a la altura de la plaza de los Reyes, cuando la
tarde hacía ya escasos minutos que había comenzado y a poca
distancia, compartiendo mesa en la terraza de una cafetería,
conversaban Francisco Márquez y Guillermo Martínez.
De quienes ella me aseguró que tenían motivos sobrados para
poner a Juan Vivas de vuelta y media.
Lo primero que se me ocurrió responderle a mi amiga es que
lo mejor que podía hacer GM es mirar por su salud. Que es lo
principal. Así que pude enterarme de que el ex consejero de
Economía y Hacienda se ha recuperado muy bien de lo suyo.
Aleluya, pues.
También salió a relucir el momento que está viviendo
Yolanda Bel, como no podía ser de otra manera. Y mi
interlocutora, que debe conocerla bien, no dudó en ponerme
al tanto de lo mal que lo está pasando. Con pelos y señales.
Y que las palabras de aliento que le dedica nuestro alcalde
no hacen sino recordarle que hay cosas que se han hecho mal.
Muy mal. Por lo que tras el alivio momentáneo, una vez
recibida la lisonja que toque ese día, vuelve a comerse el
coco. De manera que acaba poniéndose cavilosa. Lo cual se le
nota; ya que su rostro aparece ya un poco mustio. Te puedo
asegurar, Manolo, que la consejera de Presidencia,
Gobernación y Empleo no es ya esa mujer lozana que iba y
venía diciendo aquí estoy yo…
-¿Tú crees que lo que le está ocurriendo le servirá para que
a partir de ahora enmiende errores y se dé cuenta de que no
se puede escupir por un colmillo ni mirar a mucha gente por
encima del hombro?
-Lo dudo, amigo, lo dudo… Más bien creo que hasta puede,
según vayan sucediéndose los hechos, seguir aumentando su
aversión hacia quienes ella cree que la están usando como un
objeto cualquiera para sacar de sus casillas a Juan Vivas.
Que es, a fin de cuentas, quien ordena, manda y decide todo
cuanto debe hacerse o no hacerse. Nada, por otro lado, que
tú no sepas. Pues ya te leí algo al respecto días atrás.
Tras despedirme de mi amiga, no sin antes regalarle el oído,
algo que tanto agrada a la mayoría de las féminas, enfilé
mis pasos hacia la calle Jáudenes. Y allí me hallé con
varios conocidos que me preguntaron por qué no escribía más
de fútbol. Y hube de explicarles los motivos por los que no
podía complacerlos.
Inmediatamente, una persona culta, afable, cercana, y poco
dada a decir tonterías, me dijo que, por fin, un periódico
se había atrevido a recordarle a nuestro alcalde que es
mortal. Y que haría muy bien en dejar de vivir
permanentemente entre algodones. Por estar alabado,
ensalzado y protegido por una cohorte de aduladores que son
capaces hasta de gritar, si les fuera necesario, aquello de:
“¡Vivan las caenas!”.
Y quien se expresó así, créanme, no sólo es votante del PP,
sino que además ha sido siempre un firme defensor de nuestro
alcalde. Lo cual no me extraña. Porque uno, que pisa la
calle y conversa, opina e indaga, tiene la certeza de que
muchos votantes de la derecha dicen que ya ha llegado la
hora de que Vivas se percate de que está metiendo la pata.
Y, claro, yo debo decirlo.
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