Los datos que facilita el Banco de
Alimentos en el reportaje que publicamos en esta edición es
un indicativo del estado de extrema necesidad que sufren un
elevado porcentaje de personas en nuestra ciudad. El aumento
del índice de pobreza que hemos experimentado en los últimos
dos años de un 33% es para que mueva a la reflexión a los
responsables políticos y les lleve a arbitrar fórmulas
idóneas que eviten estas desigualdades sociales que son un
bochorno insoportable para las conciencias. Los datos son
escalofriantes: 3.470 personas atendidas por el Banco de
Alimentos, 1.200 personas más que el pasado año, el
crecimiento de los nuevos pobres entre familias con sus dos
cónyuges en el paro, o en las monoparentales o en las
numerosas, las 90 toneladas de alimentos distribuidos en lo
que va de año entre los más necesitados, son verdaderos
dramas humanos.
Aristóteles decía que el mundo se divide en dos partes: los
pobres y los ricos. Y en estos momentos de crisis, estas
diferencias se agudizan aún más porque a los pobres de
siempre se unen los denominados nuevos pobres “hijos de la
crisis económica”, que incrementan las cifras hasta límites
notables. De ahí que, según Cáritas, la pobreza en España
sea más extensa, intensa y crónica que nunca. Un
empobrecimiento que es consecuencia de muchos factores
estructurales, ya que hasta en la época de bonanza económica
este tipo de endémica situación no había desaparecido. Y el
fraccionamiento social entre pobres y ricos, se incrementa
cada vez más, dando lugar a que los pobres sean cada vez más
pobres y los ricos más ricos. Las clases medias también
están sufriendo los rigores de esta situación, hasta el
punto que se incorporan al capítulo de nuevos pobres con
hipotecas y desempleo como compañeros.
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