El turismo, en esta ciudad, es la única esperanza que queda
vigente en nuestras aspiraciones reales, en las que pueden
llegar a ser, en las de verdad. El turismo, eso que a bombo
y platillo pregonan como pilar de nuestra futura economía
los políticos, dándose golpes de pecho y diciendo (pero no
haciendo) que lo apoyan con todo su ser, con todo su cariño.
Una esperanza se convierte en realidad cuando se mima desde
que muestra sus posibilidades para contribuir a mejorar
nuestro futuro, en este caso, el futuro de todo un pueblo.
Pero en Ceuta, la ciudad más turística que nunca habríamos
podido soñar hace 10 o 15 años, las esperanzas no se miman,
se patalean.
Como una coz en la boca de nuestra imagen, emerge la
Estación Marítima de Ceuta, el primer lugar que anualmente
miles de turistas y visitantes pisan al llegar a la ciudad.
Un día en la Estación Marítima de Ceuta
Por nuestra experiencia directa, la que hemos vivido en
primera persona, podemos asegurar y lo hacemos que pasar una
jornada completa en la Estación Marítima es comparable a
visionar una larga película cargada de despropósitos y
personajes inverosímiles, impropios de una ciudad del Siglo
XXI como la nuestra. Vamos allá.
Venta ambulante
Poner un pie en las instalaciones es entrar a formar parte
“obligada” de la clientela de vendedores ambulantes que
atosigan y presionan a cualquier que pase por allí. En el
primer minuto nos asaltan, literalmente, dos vendedoras de
collares artesanales y llaveros con pequeñas zapatillas
morunas de varios colores. De nada sirve decir una y otra
vez “no, gracias”, estas señoras insisten sin descanso,
hasta que, por fin, observan la llegada de varios turistas
que llaman su atención, provocando que se abalancen sobre
ellos y ofreciéndoles una nefasta bienvenida a una ciudad
que no puede verse reflejada en una venta ambulante sin
control y sin respeto.
No pasan ni cinco segundos del asalto y persecución de las
vendedoras de collares y llaveros, cuando se nos pone
delante una niña de no más de 10 años, que nos pide
insistentemente, con una preciosa pero triste cara, que le
compremos unos chicles. No podemos resistirnos al dolor que
nos provoca ver a una menor deambulando con unos paquetitos
amarillos en la mano, de chicles malos, malísimos… y le
compramos uno de ellos. ¿Qué hace una niña aquí sola y
practicando la venta ambulante?.
Pero no queda aquí la cosa, no. Camino de las taquillas
donde se ponen a la venta los billetes para viajar en ferry,
se cruza en nuestro camino un hombre cargado de cadenas
doradas y relojes sin duda falsos, que nos impide caminar y
ejerce una molesta presión sobre nosotros para que veamos
sus productos, a pesar de nuestra negativa, clara y
reiterada. Finalmente, nos vemos obligados a empujar al
individuo para que se aparte y deje de atosigarnos y
molestarnos. Nuevamente, unos turistas despistados, recién
llegados a Ceuta, captan toda su atención y el empujón queda
en simple anécdota. Todo esto pasa justo al lado de un
conocido vendedor de caramelos y frutos secos, que coloca su
cesta justo en la salida de pasajeros, al final de las
escaleras mecánicas.
“Comerciales” de las agencias de viajes
Cerca de las taquillas de venta, en las que hay varias
personas esperando para comprar su correspondiente billete,
observamos a dos individuos que hablan con cada una de
ellas, invitándolas insistentemente a comprar su billete en
tal o cual agencia de viajes de las que se ubican en la
Estación Marítima. Estos señores, se comportan como si
tuvieran la función “oficial” de dirigir el tránsito de
personas de un lado otro de las instalaciones, conversando
con una seguridad pasmosa en sí mismos y “obligando” a los
potenciales compradores a acompañarlos.
Tras informarnos acerca de ellos, nos comentan algunos
comerciantes del lugar que son “comerciales” de las agencias
de viajes y que se llevan una comisión por cada persona que
consiguen llevar hasta ellas para comprar un billete para
viajar. A la pregunta de “¿estos señores están dados de alta
legalmente como trabajadores?” obtenemos un silencio
absoluto. El mismo silencio que nos ofrecen cuando
preguntamos por los “maleteros” que deambulan por allí, con
una identificación en el pecho que no alcanzamos a leer.
Guías turísticos de… ¿Marruecos?
Nos dirigimos al elegante y recién estrenado punto de
información de los Servicios Turísticos de la ciudad, en el
que observamos a una guapa y bien uniformada señorita
atendiendo a unos turistas en inglés. Nada que objetar,
buena imagen y buen servicio.
La sonrisa que nos provoca haber encontrado algo en buenas
condiciones en la Estación Marítima se borra por completo de
nuestras caras cuando somos testigos de la entrada a gritos
en las instalaciones de un hombre vestido con chilaba que,
repetimos, a gritos, se dirige a un grupo de turistas que
parecían estar esperándolo. Este señor, que parece un guía
turístico, pero del vecino país de Marruecos, se expresa en
un nefasto castellano y “empuja” al grupo de visitantes a un
autobús situado en el aparcamiento exterior. Todavía estamos
con la boca abierta, ¿es esta la imagen que queremos dar a
los que nos visitan?.
Peleas en vivo y en directo
Aunque parezca increíble, también fuimos testigos, en la
misma jornada, de una pelea entre vendedores ambulantes que
discutían violentamente por sus respectivos “territorios”
para la venta de productos de desconocida procedencia. Junto
a ellos, dos niñas observaban la situación, paquetes de
chicles en mano, como si fuera algo tan habitual que, en sus
vidas, se ha convertido en “normal”.
Menores utilizados para pedir limosna
Las vendedoras ambulantes de collares y llaveros siguen
dando vueltas, molestando e importunando, no sólo a las
personas que llegan a la ciudad, también a las que están
tomando un café o, simplemente, observando cualquiera de los
escaparates de los comercios allí ubicados. Estas
vendedoras, también se dedican a conducir a los turistas a
las máquinas expendedoras de billetes, como si fuera
personal autorizado de la Autoridad Portuaria, pagado con
propinas.
Además y a vueltas con los menores, observamos que los
utilizan para pedir limosna, dándole instrucciones y
quitándoles de las manos, cada cierto tiempo, el dinero que
han podido conseguir. ¿La mendicidad no estaba prohibida?,
¿obligar a menores a mendigar no es un delito?.
Una película absurda que ya dura 10 años
Esta increíble situación, inaceptable y sensiblemente dañina
para la imagen turística de Ceuta, dura ya diez años. Esto
es lo que nos aseguran algunas de las personas que trabajan,
de manera privada, en las instalaciones.
Diez años pisoteando nuestra postal de bienvenida a los
turistas, diez años ofreciendo un retrato completamente
erróneo de lo que Ceuta es en realidad. Una década que ha
podido dejar una mancha imborrable en la opinión de los que
nos han visitado y que, sin duda alguna, no beneficia para
nada a nuestras pretensiones futuras, a la esperanza de la
que hablábamos al principio de este reportaje, la que se
patea día sí y día también permitiendo situaciones como las
que hemos descrito. Situaciones que, lo crean o no, son
reales y cotidianas.
La película termina de momento para nosotros, pero no para
los miles de usuarios de una Estación Marítima que no está a
la altura de Ceuta y sus posibilidades turísticas. A todo
esto, ¿dónde está la Policía Portuaria?.
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