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OPINIÓN - SÁBADO, 26 DE OCTUBRE DE 2013

 
OPINIÓN

El desgaste de Vivas

Por Antonio Gil Mellado


Conmigo o contra mí, así se despachaba el Presidente Vivas en su última intervención ante los medios de comunicación. El presidente inventa, para luego desmentir, que no tiene fecha de caducidad, que tiene ilusión, y que todo obedece a una trama conspiradora para apearlo de su cargo: “Todo obedece a una estrategia para desgastarme”, dice.

Pero… que yo sepa, en nuestra ciudad durante sus sucesivos mandatos, por su gestión, habría que atribuirle más desigualdad, propiciada con toda seguridad por la política descontrolada llevada a cabo; más de 13.200 parados, no contar con un modelo productivo eficiente, por no decir, simple y llanamente que no lo tenemos, algún que otro caso de mala práctica que puede acabar en una posible condena, etc, etc. Alguna responsabilidad tendrá, digo yo.

Pero además, los ciudadanos tenemos la sensación de que existen multitud de problemas que nos afectan por el mal funcionamiento de una administración convertida en un batiburrillo; lenta, mal dirigida por incompetentes y por su propia desidia.

Nuestro querido Presidente ha creado un modelo de ciudad forjado con dinero mal empleado y que ha provocado consecuencias irreparables, que han producido bajo estímulo en el sector empresarial, además de una población sobredimensionada por la aplicación de una política improvisada a golpe de efecto y con fines electoralistas, que además, ha propiciado una demanda de empleo “irreal” etc.

Del modelo de política empleada ya se conocen algunas consecuencias y está por descubrirse su verdadera dimensión.

Ha quedado demostrado pues, que el aparente éxito de nuestro Presidente se sustenta, desde mi punto de vista, en dos elementos fundamentales: la subvención y la compensación que, como el aire y el agua, alimentan su día a día. Una abultada deuda y la importancia que tiene el capítulo 1 de los Presupuestos Generales, pone a nuestra ciudad en serias dificultades de cara al futuro. Ni que decir tiene que las soluciones que propone y le imponen, provocan males mayores.

De nuestro querido Presidente hice un artículo hace algún tiempo. Lo construí en base a un símil taurino: el Presidente era el torero, valoré la faena realizada -la gestión- durante un largo periodo de tiempo de uno de sus mandatos y culpé a la cuadrilla de sus desaciertos, concretamente a la hora de rematar la faena, en la suerte suprema, que es la que suele privar del éxito al diestro.

¡Craso error! a la cuadrilla la elige el torero. Me equivoqué otra vez.
 

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