Conmigo o contra mí, así se despachaba el Presidente Vivas
en su última intervención ante los medios de comunicación.
El presidente inventa, para luego desmentir, que no tiene
fecha de caducidad, que tiene ilusión, y que todo obedece a
una trama conspiradora para apearlo de su cargo: “Todo
obedece a una estrategia para desgastarme”, dice.
Pero… que yo sepa, en nuestra ciudad durante sus sucesivos
mandatos, por su gestión, habría que atribuirle más
desigualdad, propiciada con toda seguridad por la política
descontrolada llevada a cabo; más de 13.200 parados, no
contar con un modelo productivo eficiente, por no decir,
simple y llanamente que no lo tenemos, algún que otro caso
de mala práctica que puede acabar en una posible condena,
etc, etc. Alguna responsabilidad tendrá, digo yo.
Pero además, los ciudadanos tenemos la sensación de que
existen multitud de problemas que nos afectan por el mal
funcionamiento de una administración convertida en un
batiburrillo; lenta, mal dirigida por incompetentes y por su
propia desidia.
Nuestro querido Presidente ha creado un modelo de ciudad
forjado con dinero mal empleado y que ha provocado
consecuencias irreparables, que han producido bajo estímulo
en el sector empresarial, además de una población
sobredimensionada por la aplicación de una política
improvisada a golpe de efecto y con fines electoralistas,
que además, ha propiciado una demanda de empleo “irreal”
etc.
Del modelo de política empleada ya se conocen algunas
consecuencias y está por descubrirse su verdadera dimensión.
Ha quedado demostrado pues, que el aparente éxito de nuestro
Presidente se sustenta, desde mi punto de vista, en dos
elementos fundamentales: la subvención y la compensación
que, como el aire y el agua, alimentan su día a día. Una
abultada deuda y la importancia que tiene el capítulo 1 de
los Presupuestos Generales, pone a nuestra ciudad en serias
dificultades de cara al futuro. Ni que decir tiene que las
soluciones que propone y le imponen, provocan males mayores.
De nuestro querido Presidente hice un artículo hace algún
tiempo. Lo construí en base a un símil taurino: el
Presidente era el torero, valoré la faena realizada -la
gestión- durante un largo periodo de tiempo de uno de sus
mandatos y culpé a la cuadrilla de sus desaciertos,
concretamente a la hora de rematar la faena, en la suerte
suprema, que es la que suele privar del éxito al diestro.
¡Craso error! a la cuadrilla la elige el torero. Me
equivoqué otra vez.
|