La situación de tesión que se
vivió ayer en Plaza de los Reyes durante el enfrentamiento
entre la policía y los padres de los niños sirios, es un
capítulo escalofriante del que hablan por sí solas las
imágenes desgarradoras que publicamos en portada. Un
conflicto en el que entran en confrontación la legislación
proteccionista hacia los menores de edad y el sentimiento
paterno-filial de quienes aprecian en la decisión legal un
“desgarro” intrínseco al corazón y al sentimiento. Los
hechos siempre pueden justificarse de una u otra manera,
pero la llamada de la sangre, del vínculo, no es discutible
y, cualquiera que tenga el más mínimo ápice de sensibilidad,
no puede sentirme cómodo con las imágenes que nos muestran
cómo se separan a unos hijos de sus padres a la fuerza y el
dolor del sufrimiento reflejado en los rostros desencajados.
No se trata de una película de ciencia-ficción sino de la
cruda realidad, en la que hay que encontrar puntos de
encuentro, entre las humanas aspiraciones de quienes buscan
una vida tan digna y placentera como la de cualquiera de
nosotros, con la tutela que precisan los menores. No parece
que la ruptura de manera cruda y desgarrada sea la mejor
fórmula, porque este comportamiento traumatiza al menor
tanto o más que su precariedad en un ambiente hostil. Que
nadie nos acuse de insensibles cuando hemos querido
sensibilizar a la sociedad de lo que representa separar a
unos padres de sus hijos y el sufrimiento que ambos
soportan.
A la dureza de la vida en quienes hacen de la inmigración
clandestina su esperanza de prosperidad, no se les puede
incrementar como sufrimiento añadido, el espectáculo de unos
padres a los que desposeyeron de sus hijos. Terrible y
penoso.
|