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OPINIÓN - LUNES, 21 DE OCTUBRE DE 2013

 

OPINIÓN / SNIPER

Ceuta: la cara oculta del asalto
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Con el aire oliendo a “jauli” (cordero), una marea de 400 inmigrantes subsaharianos intentó forzar el pasado jueves 18 el perímetro defensivo de Ceuta, Frontera Schengen en el sur de Europa. El duro enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad marroquíes y los desesperados inmigrantes, acuciados por la próxima llegada del invierno, saldado con heridos de diferente consideración en ambos bandos (al menos 7 agentes marroquíes y decenas de subsaharianos con politraumatismos, véase fotos, por otro) es conocido. Hasta aquí nada que objetar, acción-reacción, son las reglas del juego: las fronteras existen y están para defenderse. Punto.

Si los subsaharianos se emplearon a fondo piedra en mano, las fuerzas marroquíes llegaron a utilizar en su defensa balas de plástico (véase foto-testimonio), técnicamente conocidas como “munición de letalidad reducida”. Y permítanme el cinismo, pero yo no voy a parafrasear a nuestras autoridades del ministerio del Interior “felicitando por su labor” a nuestros vecinos porque a Marruecos, gendarme de Europa en el Flanco Sur, se le paga y bien por ello, por lo que puede exigírsele es lisa y llanamente que haga su trabajo. Para ello factura y cobra, que la carne de inmigrante tiene su cotización y al alza.

Otra cosa harto diferente y tras los enfrentamientos a pie de valla fronteriza tanto en Ceuta como en Melilla, desgraciadamente ya habituales, son las condiciones subsiguientes en que se procede a la neutralización primero y dispersión después, de los míseros campamentos de fortuna subsaharianos ubicados tanto en Beliones y al sur del yebel Musa (alrededores de Ceuta) como en el Gurugú (sobre Melilla), así como en el traslado de buena parte de los inmigrantes a la frontera argelina.

Y digo buena parte porque entre los 600 subsaharianos que hoy se encuentran emboscados, sobreviviendo en el agreste paisaje que circunda Ceuta, hay que distinguir técnicamente dos bloques: por un lado aquellos que entraron de forma ilegal en el Reino de Marruecos, violando sus fronteras; y por otro, aquellos que simplemente ingresaron al país legalmente y que, tras un tiempo, siguieron en el mismo tras caducarles el visado. Porque en éste por lo demás desagradable cometido, las fuerzas marroquíes desplegadas (Policía en las ciudades, Gendarmería Real en el campo y Fuerzas Auxiliares en ambos) conculcan normalmente en su actuación el marco básico de los Derechos Humanos (la Gendarmería Real es la más profesional), incumpliendo la legislación vigente e incluso, me atrevería a decir, también las altas disposiciones al respecto dimanantes de los últimos mensajes del joven soberano alauí, el Rey Mohamed VI, que se ha esforzado por transmitir la necesidad de un tratamiento “más humanitario” (sic) hacia los candidatos subsaharianos a la inmigración (varios miles) que aguardan su oportunidad en Marruecos.

La durísima realidad comprobada sobre el terreno por este escribano del limes que, una vez más, se limita a levantar acta y que salga el Sol por Antequera, es la práctica de humillaciones, maltratos de voz y obra rayanos algunos en la tortura, eventuales violaciones a las mujeres (como siempre el eslabón más débil) y robos a diferentes escalas, siendo el más escandaloso y abiertamente denunciable el de los pasaportes, tal como lo leen, que significa lisa y llanamente convertir a unas seres humanos con su documentación acreditativa en regla, aun con el visado caducado, en meros números. Y esto último es una práctica habitual empleada, ilegalmente y en total impunidad, por la policía marroquí.

Veamos, a título de ejemplo, las consecuencias sufridas por los inmigrantes subsaharianos participantes en la última intentona de asalto a Ceuta, llegando la canallada a intervenir de forma inusual en el hospital Mohamed V de Tánger, pasadas las 18.00 del jueves, deteniendo y arreando a patada limpia a tres subsaharianos, dos de ellos con la pierna rota (véase foto, el tercero con el brazo roto pudo escapar), trasladándolos detenidos a la Prefectura. Arbitrariedad inusual pues en honor de la policía marroquí (salvo la de Tánger), debo decir pues me consta que los subsaharianos heridos en la comarca Oriental (Nador y Uxda) que acuden a los hospitales dependientes de la Administración son atendidos y dejados tranquilamente en paz (bastante llevan encima) salvo, obviamente, flagrante delito.

Por otro lado el viernes y sábado, cuatro autobuses (dos en cada caso) trasladan a unos 80 inmigrantes: los “sin papeles” directamente para Uxda (ésta vez no los sueltan a mitad de camino, para luego volver a “hacer caja”), mientras que los documentados (con pasaporte pero visado caducado) salieron a las 14.00 del sábado de Tánger (Prefectura central y comisaría de Moghogha), siendo arrojados a la calle y prácticamente en ayunas hacia las 18.00 en la capital económica del Reino, la populosa Casablanca. En ayunas digo, porque tan solo se les entregó a las 7 de la mañana del sábado un trozo de pan. Luego en el viaje, ni agua siquiera, salvo a una joven senegalesa que se encontraba en mal estado y a la que se le suministró algo de leche a la altura de Larache. Y en Casablanca, sin dinero, indocumentados… ¿cómo van a sobrevivir? Eso es, lisa y llanamente, empujarles a la delincuencia. Del convoy, solamente recuperaron sus pasaportes confiscados (literalmente robados por la policía marroquí, pues no les asiste derecho dado que la propiedad de los mismos es de los Estados emisores) un abigarrado grupo de senegaleses, tras la enérgica intervención in situ de un encolerizado representante de su legación diplomática.

Uno de los casos más escandalosos entre los traslados a Casablanca ha sido el de un subsahariano, de la minoría cristiana por cierto, con su pasaporte y debidamente documentado como colaborador de la Delegación de Migraciones dependiente de la Diócesis de Tánger, que fue literalmente “secuestrado” bajo la apestosa acusación (puro racismo religioso) de “colaborar con la Iglesia”. Han leído bien. Me consta que el caso es perfectamente conocido por mi cuasi paisano y primo hermano (en términos asturgalaicos), el arzobispo de Tánger, Monseñor Santiago Agrelo, fechoría que es de suponer digo yo empujará al prelado a establecer algún tipo de conversaciones “explicativas” con las autoridades marroquíes competentes, en base al convenio firmado en su momento entre el Estado del Vaticano y el Reino de Marruecos que prohíbe a la Iglesia Católica, expresamente, la predicación religiosa, confinándola a una labor meramente caritativa y asistencial como es el caso.

Y mientras, la mafia nigeriana de Tánger (matizo: naturalmente los mayoritarios inmigrantes nigerianos no son mafiosos... pero la mafia radicada en la capital del Estrecho es toda nigeriana) a pasarlo bien, dedicándose a sus peculiares “negocios” (pase de droga desde Argelia o manejo de redes de prostitución), untando generosamente no hace falta decirles a quién para evitar, como así es, ser molestados hasta la fecha. Así son las cosas y así se las cuento y, créanme, esto es solamente la punta del iceberg. Una reflexión: díganme, una vez leída esta columna… ¿piensan, en conciencia, que ésta es la labor que, para controlar parte de su frontera sur y que financia la Unión Europea, debe hacer Marruecos? Visto.
 

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