Me encontraba haciendo tumboning
escuchando a “La Mari de Chambao”, mientras discurría acerca
de lo que iba a escribir en esta tribuna de opinión para el
Pueblo de Ceuta. Pero por causa ajena a mi voluntad, tuve
que interrumpir dicho ensimismamiento; porque cuando
transitaba por pensamientos metafísicos y filosóficos, sonó
el timbre de la puerta principal de mi casa. Y a pesar de
que rara vez contesto, en esta ocasión lo hice; pero maldita
sean los instintos que me incitaron a tomar dicha decisión,
porque al preguntar ¿quién es?, una sonora varonil voz de
tenor me respondió “servidor”.
Me entró un canguelo impresionante por las trancas; porque
como está la situación en España, es para pensárselo más de
dos veces antes de abrir la puerta a desconocidos. Pero me
armé de valor y me fui a porta gayola a pecho descubierto,
encontrándome de frente y a muy corta distancia con dos
individuos trajeados, encorbatados, portando cada uno una
cartera negra de mano.
En una fugaz inspección ocular que les hice, creía se
trataban de cobradores del frac, a pesar de que no le debo
ni un real de euros a nadie. Asunto que, no sé si es
acertado o no por mi parte; porque si la espicho ahora,
nadie o casi nadie, salvo mis seres queridos, se acordarán
de mí. De lo contrario, si dejo algún que otro pufo, es
posible que siempre se acuerden de la leche que mamé.
Aunque, debo aclarar que, por mi condición cívica y moral,
siempre hice frente a lo contraído o comprometido. Por lo
tanto, un malestar y escozor constante sufría, cuando
estando canino sin ni una lechuga verde le debía a la tienda
la lavadora, el televisor o el anillo de pedida a la
joyería... Acordándome, también, en estos momentos, de mi
época de dandy cuando le debía a mí hermano el dinero que le
había pedido prestado, para pegarme un romance en la feria
de abril de Sevilla, con la periquita que acaba de conocer.
En fin, la cuestión es que, a los referidos individuos que
tenía ante mí en la puerta de mi casa les pregunté ¿qué
querían? Contestándome uno de ellos: “Le traemos las
enseñanzas de la Biblia, para que lo guíe por buen camino”.
Respondiéndoles de inmediato: ---No me interesa las
enseñanzas de esa Biblia ni la de otros belenes e historias
similares. Porque a estas alturas de mi existencia, no
quiero que me enseñen camino alguno; porque con unos
dieciocho años ya lo busqué solito sin ayuda de nadie.
Siendo doctorado en el Barrio Chino de Barcelona, por una
joven lozana cordobesa con ojos negros como luceros.
Concediéndome en una suite de una pensión de amores falsos
cercana al “Gato Negro”, el título de Doctor Honoris Causa
por la “Universidad de la Vida”. Así que, les cierro la
puerta y adiós---. Les dije e hice.
Descolocado volví a mi despacho para proseguir con lo
iniciado. Y a pesar de que esta mañana del jueves 17 de
octubre, era tan soleada y esplendorosa atmosféricamente,
como si nos encontráramos los lugareños cercanos al Estrecho
de Gibraltar en pleno mes de agosto. Las sensibilidades las
tenía un poco revueltas por lo que me acaba de ocurrir,
aunque, no fue mucho porque podía haber sido peor, porque me
podían haber violentado aún más.
Inmediatamente después, recibí inesperadamente una llamada
telefónica de la luz que me cobija. Y al contarle lo
sucedido con los susodichos pastores evangélicos. Tras
pegarme una reprimenda para que no vuelva a abrirle la
puerta a nadie, y menos, a alguna mujer si viniera a pedirme
un vaso de leche desnatada para hacer flanes… Me dijo: “Esos
individuos eran Testigos de Jehová”. Respondiéndole: ---Yo
que sé si eran Testigos de Jehová o eran dos de los
presuntos testigos absolutistas de los Cien mil hijos de San
Luis, de la calle Génova de Madrid.
Finalizada esa llamada y para que, nuevamente, se creara el
contexto truncado inicialmente; me fui en busca, otra vez,
de “La Mari” y le dí al play de mi gramola, comenzando a
sonar la canción ‘Duende del sur’ que dice: “…Caminando por
la calle yo te vi, y un día yo me enamoré de ti…”. Y eso es
lo que me ocurrió con la flor de mi canela, la que conocí
cuando caminaba a oscuras sin rumbo por las calles del Sur
de Andalucía. No pudiendo ser en otro vergel tal encuentro;
porque no hay nada más bello en la tierra que nuestra
frondosa, cultural, histórica y artística Andalucía.
Por lo que, a los duendes de ella y de Andalucía, les dedico
de mi poemario titulado ‘Cuando respira el mar’, el poema
‘Embriagado’ que dicen sus versos: ---Beber en el hueco de
tus manos,/ o beber en la fuente de tu boca,/ quisiera yo
esta mañana,/ ya que anoche en lo oscuro,/ amándome me
embriagaste./ No sé ni lo que siento,/ porque me inundan tus
alas,/ y tu sincero cruzar,/ por mis calles abiertas./ Fue
tan bello el amor,/ la distante presencia,/ que desperté con
resaca,/ tan borracho de beberte.
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