El viernes, nada más empaparme del
discurso de nuestro alcalde en la sede de su partido, dije
para mí, este hombre puede que se haya levantado esta mañana
adoleciendo de desvarío. De no ser así, jamás se le habría
ocurrido desbarrar de la manera que lo hizo y ante una
comitiva gaditana que lo habrá analizado con el cachondeo
típico de una tierra donde se suele chirigotear hasta con el
hambre.
Pronto me hice a la idea de que el disparatar de nuestro
alcalde, ya que es persona que se ha distinguido siempre por
ser melindrosa, podría causarle un deterioro enorme. Ya que
no es lo mismo figurar como político que muestra delicadeza
afectada en palabras, actitudes y gestos, que exponerse a
que los invitados gaditanos se hubieran acordado de que en
Cádiz chufla es un palabro que le viene como anillo al dedo
a quien perora de forma chabacana.
¡Ese es un chufla!, dirá en cualquier momento uno de lo
políticos gaditanos que estuvieron de excursión el viernes
pasado en Ceuta, cuando decida, vaya usted a saber por qué,
referirse a nuestro alcalde. Y cualquiera que conozca a
nuestro alcalde, por ejemplo servidor, no dudaría en
responder que la primera autoridad de Ceuta no es ‘persona
vulgar, que vale poco’, de ningún modo. Sino que ese día, es
decir, el viernes, 18 de octubre de 2013, sufrió una
rabieta. Y ya sabemos cómo se las gasta el español, sobre
todo los bajitos, cuando no se cumplen sus deseos.
Sobre todo un español que lleva cantidad de años gobernando
la ciudad, como es el caso que hoy nos ocupa, mediante la
consecución de mayorías absolutas, y a quien la gente le
hacía la ola por la calle y él respondía a tanta entrega con
hechuras de nipón de tronío. Mas lo mismo que no hay mal que
cien años dure, tampoco es posible estar tanto tiempo en la
cresta de la ola. Y, claro, cuando nuestro alcalde se ha
percatado de que su popularidad empieza a desplomarse,
porque han sido muchos los desatinos que ha cometido, en vez
de aceptarlo, con esa humildad tan cacareada por él, ha
metido la pata hasta el corvejón.
Tan grave ha sido su actuación en la sede del PP, en el acto
celebrado el viernes pasado, que a partir de ahora le va a
costar a nuestro alcalde un bledo y parte del otro convencer
a la gente de que no era fingimiento su modo de ser
moderado, sobrio, templado, sensato, tolerante, discreto y
poco dado a las interjecciones como arma predilecta para
desahogarse contra quienes él piensa que lo están
maltratando. Un horror.
En suma: que nuestro alcalde ha pegado un petardo superior
aún al que dio Cagancho en Almagro. Que, por lo que
cuentan los revisteros taurinos de la época, hubo de ser
escandaloso. Y es que semejante fracaso no entraba en los
cálculos de nadie. Ni siquiera de los que estaban deseando
ver a nuestro alcalde hablar con voz opaca contra sus
enemigos. Los que él se ha inventado. Que en este caso me
imagino que no pertenecerán a ninguna logia. Es lo que
faltaba.
Nuestro alcalde, no sé si incitado por alguien cercano a él,
y cuya estima a nuestra primera autoridad pongo en duda,
quiso dar un golpe de autoridad. Y decidió, tras ponerse de
puntillas en su estrado, acoquinar a todas las personas que
no le doran la píldora. Y cometió un error imperdonable. De
ahí que uno, que sigue apreciando a nuestro alcalde, no dudó
en pedir censura de sus declaraciones en este medio. Pero
está visto que a mí no me hacen el menor caso en sitio
alguno. Pobre de mí…
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