El discurso de ayer de Juan Vivas
significó un gran cambio en su comportamiento público. El
que había hecho gala y bandera de la mesura, de evitar la
descalificación y el insulto, entró ayer en contradicción
mostrándose con un lenguaje bien distinto, ordinario y lleno
de descalificaciones, donde no se le reconocía como hombre
con temple y alejado de una oratoria agresiva. Hace tiempo
que algo está cambiando en Juan Vivas, perdiendo lo que eran
sus señas de identidad, un comportamiento que perciben,
incluso dentro de su propio partido, ante la actitud
cambiante de su jefe de filas.
El peso de la púrpura, los años de Gobierno, las encuestas
adversas, lógicamente suelen hacer mella en el ánimo y la
conducta de ese mismo hombre que era mesurado, cordial,
cercano y ahora se ha vuelto más irascible, desconfiado
nervioso y vengativo. El agotamiento del desgaste político
lleva a muchos hombres públicos a comportamientos muy
distintos de los que hicieron gala y le caracterizaron. Bien
es sabido que el poder erosiona y Juan Vivas no va a ser la
excepción de la regla. Además, los muchos avatares que ha
vivido con ceses y dimisiones de hombres que eran de su
entera confianza, también le han creado algún sobresalto y
no pocos disgutos. Un marchamo del que no es fácil
desprenderse.
La vida política es popular pero también dura, despierta
grandes pasiones, muchas vanidades y a veces, junto al
oropel surge la hiel, el elogio también lleva al
engreimiento y éste a la altanería. Un conjunto de actitudes
que no siempre conducen a buen término. Por ello, la vida
política va forjando a los hombres que han de batirse a
diario con las adversidades que el cargo comporta. Y Juan
Vivas, ha tenido días de gloria y de espinas. Ahora, se le
ve cambiado. Sus razones tendrá.
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