Las situaciones de la vida
cotidiana son las que más sensibilizan al ciudadano y más se
valoran. La insalubridad que denuncian los vecinos del
Poblado de Sanidad, parece un sarcasmo, pero va referido
precisamente a la falta de higiene por el cúmulo de
escombros, basura, gatos, ratas, pulgas y en definitiva, la
dejadez que convierte la barriada en una pocilga. Otro tanto
cabe decir del Mercado de Hadú y sus moscas, donde Los
Verdes y la Confederación de Consumidores ponen el acento en
una situación deplorable que no es asumible desde un punto
de vista lógico en una ciudad europea aunque esté en el
continente africano y sea mediterránea.
El caso de la parada de autobús en Calamocarro, sólo para el
trayecto a Benzú (sin retorno) porque el disco no se ha
colocado para la dirección al centro de la ciudad, es
absolutamente un insulto a las familias que viven en la
zona, a quienes se les desprecia olímpicamente, y se les
cercena un derecho porque los votos que pudieran aportar a
unas elecciones son mínimos. Y los políticos, se mueven por
votos y no por los derechos adquiridos “de siempre”, por un
colectivo que no sólo tiene un derecho adquirido a través
del tiempo, sino que se obvia por esta misma razón, una de
las fuentes del derecho: el consuetudinario, o sea, normas
que no están establecidas en ninguna ley pero se cumplen
porque en el tiempo se han hecho costumbre cumplirla, es
decir, en el tiempo se ha hecho uso de esta costumbre.
Nuestros responsables políticos, desatienden con verdadero
desprecio esos problemas de cada día que tanto afectan a la
vida cotidiana de los ciudadanos (la salubridad de una
barriada o de un mercado o esa señal de autobús que tantos
perjuicios ocasiona) y se dedican a sus discursos vacíos y a
sus polémicas estériles, escondidos en sus despachos y
alejados de la realidad de la calle.
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