El capítulo de inversiones deja
mucho que desear en la presente legislatura. La crisis
impide que se desarrolle un Plan de Inversiones adecuado a
las muchas necesidades existentes. El Gobierno de la Ciudad
ha anunciado -una modalidad que domina con mucha facilidad-,
la licitación de dos obras y la adjudicación de cinco de
forma directa antes de que finalice el año. Demasiado poco,
lo que justifica las críticas de la Oposición, cuando hablan
de que hay “dos ciudades: la del centro y la de la
periferia” o aluden a que el Ejecutivo de Juan Vivas cambia
cada cuatro horas el Plan de Inversiones.
El sombrío panorama ha de incentivar al Gobierno local para
afrontar con más decisión actuaciones que vayan mucho más
allá que el simple mantenimiento o parcheo en Zurrón, Vírgen
de la Palma, Rocío, Monte Hacho o San Antonio. La
construcción de pequeños muros u otras cuestiones menores,
no mejoran la calidad de vida de los vecinos del sector
periférico que demandan algo más. Por ello, no se pueden
anunciar a bombo y platillo planes y más planes que luego
difícilmente se ejecutan. Nos perdemos en continuos
proyectos, en anuncios de iniciativas que mayoritariamente
son irrealizables y, en definitiva, en incumplimientos más
frecuentes de lo razonablemente deseable y asumible.
No podemos situarnos en una ciudad de falsas promesas ni el
Gobierno ha de refugiarse en una dinámica de
incumplimientos. Dígase la verdad, evitando operaciones de
lavado de imagen. Fuera de las campañas electorales este
tipo de conductas ni son aceptables ni otorgan credibilidad.
El ciudadano se percata, cada vez con más frecuencia, que a
su barrio difícilmente llega lo que se anuncia y desconfía.
Mal vamos
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