Juan Luis Aróstegui se descolgó ayer con una defensa a
ultranza del Gobierno de Juan Vivas en dos asuntos
polémicos: La paga extra de los trabajadores de RTVCE y el
festivo laboral de la Pascua del Sacrificio musulmana.
En cuanto a la primera cuestión, no es de recibo cuanto dijo
en rueda de prensa sobre la sentencia firme de RTVCE y,
menos aún, que pusiera calificativo a la conducta de los
trabajadores si aceptaban el pronunciamiento judicial. El
sentido de lo honrado y de justo y lo injusto para Aróstegui
es muy particular, porque estima injusta una sentencia
–cuestión opinable-pero no lo es para él incumplir su
aplicación; cuántos fallos judiciales son injustos para los
trabajadores y siempre se han justificado como un precepto
irrenunciable el cumplir con lo determinado por el juez.
Hemos escuchado hasta la saciedad que las sentencias hay que
cumplirlas, pero en el asunto que nos ocupa, Juan Luis
Aróstegui, se erige en justiciero, en el salvapatrias que
juzga qué es justo y qué no. En quien tilda de poco honrado
que unos trabajadores perciban lo que dictamina un juez y,
sin embargo, elude reclamar que se exijan responsabilidades
políticas y personales a quien o quienes, han sido los
autores de ese error al que él alude, pero exonera de
cualquier responsabilidad. Así es el sentido de la justicia
de Juan Luis Aróstegui. Para él, debe ser justo sí es justo
también que un trabajador de su sindicato sea sancionado sin
base ni justificación por una sentencia del mismo juez al
que él ahora atribuye el error en la sentencia de la
RTVCE.La justicia según Aróstegui, es algo efímero,
adaptable a las circunstancias y los intereses que él
baraja, a las coyunturas políticas o al capricho. Por ello,
las palabras de Aróstegui en su rueda de prensa de ayer,
contra los trabajadores de RTVCE y defendiendo el
posicionamiento surrealista del Gobierno de Juan Vivas, que
ha convertido en materia interpretarble una sentencia firme,
es de lo más indecente.
Aquí, nadie que se equivoca asume responsabilidad alguna; el
Gobierno de Juan Vivas, del que cada día se siente más
partícipe Juan Luis Aróstegui, no aplica la máxima de “los
errores se pagan”, porque buscan mil y una excusas para
eludir y burlar la responsabilidad bajo los argumentos más
peregrinos. Son capaces de vulnerar el Estado de Derecho, la
Constitución, los convenios colectivos y cuanto haga falta,
para salirse por la tangente riéndose de todo el mundo.
En esta gran farsa, Dios los cría y ellos se juntan: así se
explica cómo un Juan Luis Aróstegui, con su sentido de la
justicia aplicado a los demás pero no a él, no le remuerde
la conciencia que en su unidad familiar etren varios sueldos
y él se eche a la calle con pancartas para pedir trabajo
para esa pobre gente que no tiene ni para comer. ¿Es eso
justo, señor Aróstegui: que nade usted en la abundancia y
haya gente sin poder cubrir sus necesidades básicas?
Su cúmulo de cargos es un ejemplo de cómo se ejerce el
pluriempleo en época de crisis: director de un colegio
público, secretario general de Comisiones Obreras, diputado
de la Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta, presidente de
la Junta de Personal Docente y además, con su mujer
trabajando. Una suerte estupenda en momentos duros, de
austeridad, donde tiene posibilidades económicas que no
están al alcance de la media de los mortales y, desde luego,
en absoluto de los 14.000 parados a los que tanto alude para
sus demagógicas campañas. ¿Es eso justo, señor Aróstegui?
¿No debería repartir algo de lo mucho que gana?¿Usted es un
ejemplo de austeridad para reivindicar nada? ¿Debería
devolver algo de lo que gana?
Fiesta del Borrego
Sobre su concepción de los asuntos económicos, no le
preocupa que por confusión u error, los dos días de la
Fiesta del Borrego, causen un serio quebranto económico a
los empresarios y Aróstegui ha considerado “muy correcta” la
gestión del Gobierno local y su presidente, Juan Vivas. Para
él, hablar de esto es racismo, desvirtuando un concepto que
se utiliza con demasiada frivolidad y sin ningún fundamento,
ya que criticar la imprecisión a la hora de fijar una fecha,
no puede catalogarse con sentido discriminatorio, sino como
una torpeza de su responsable o responsables, con
independencia de credos, ideologías o cualquier matiz.
Se trata de un desatino “per se”, de un desajuste que nos
lleva a fijar como fiesta en el calendario una celebración
que se produce al día siguiente, con el notable desconcierto
para quienes, se sienten confundidos por esta cuestión. No
traducir en pérdidas económicas tal variante es negarse a
aceptar la realidad. Para Aróstegui, se simplifica con
tildar de racista a quien pretenda cuestionar este asunto.
Y ya está bien, Ceuta no es racista y los ceutíes, tampoco.
Lo que hay es mucho victimismo, mucha explotación del cuento
del “cristiano racista” y nulos deseos de integración en una
sociedad abierta y plural. En Ceuta no hay racismo contra el
musulman. Lo que hay es indignación por ciertas gentes entre
los de su religión que hacen lo que quieren, viven como
quieren, exigiendo derechos y ninguna obligación (quiero
agua, la cojo; quiero luz, la tomo; quiero tener vehículo,
lo tengo, sin seguro, ni ITV, ni “ná”; quiero sanidad, voy
al hospital, con toda la familia, y que tenga cuidado el
médico o la enfermera con no hacer lo que yo quiera….. Eso
sí: de pagar nada de nada).
Es más, los poderes públicos son blandos con ellos porque
está mal visto exigir a ese colectivo el cumplimiento de
unas normas y leyes que lo son para todos los españoles.
Hoy, en Ceuta, muchas razas, religiones o culturas se
encuentran presentes. Eso da riqueza a una ciudad pero, por
otra parte, resulta preocupante la horda de papanatas que
pecan de una multiculturalidad mal entendida. Las leyes de
un país deben de ser para todos igual, y no debe permitirse
una discriminación positiva en ningún sentido. Y eso es lo
que no está ocurriendo con los grupos étnicos y religiosos.
Bajo la amenaza y el miedo que tienen los poderes públicos a
ser tachados de racistas, ceden a la presión de los
victimistas. Ir de víctima de “un estado opresor con mi
raza” sale muy rentable. Hay gente que por generaciones
lleva viviendo de ese cuento, al que ahora Aróstegui se ha
apuntado.
La sociedad española no es racista, pero como todas las
sociedades, tiene sus normas y leyes, que deben ser
cumplidas por todos por igual. No hacerlo significa
autoexcluirse, y eso es lo que hacen muchos: autoexcluirse,
no integrarse, porque no desean forma parte de nuestra
sociedad, porque en el fondo, los racistas son ellos, que se
creen etnia o cultura o religión superior y verdadera. El
individuo blanco, negro, moro, gitano, payo, chino, que
verdaderamente desea formar parte de esta sociedad
pluriétnica, adopta sus normas y cumple con sus leyes. No
hay más secreto que ese. Todo lo demás no es sino bazofia
barata de un victimismo vomitivo del que hace gala Aróstegui.
Igualdad ante la ley, igualdad de derechos, pero también de
deberes. Esta última parte, la de los deberes, es la que
olvidan por el camino muchos de los que claman al cielo
justicia, cuando lo que en verdad exigen es gozar de
privilegios y prebendas de los que no disfruta el resto de
la población. Cuando se producen desigualdades en los
terrenos económicos, de acceso a la vivienda, penales o de
la justicia, de deberes y obligaciones que se incumplen
sistemáticamente por una parte, es cuando la sociedad se
rebela, y no contra una raza, etnia o cultura, sino contra
unas personas concretas a las que se les discrimina
positivamente respecto del resto.
Por ello, señor Aróstegui, lo injusto, poco valiente e
indecente, es acomodar las circunstancias a los intereses
propios o, jugar a ser el diputado número 19 del Gobierno de
Juan Vivas, con argumentos tan banales, absurdos e
irrisorios como los que expone. Sus méritos para que lo
integren en el grupo “popular” están siendo más que
sobrados.
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