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OPINIÓN - SÁBADO, 12 DE OCTUBRE DE 2013

 
OPINIÓN / ANALISIS

Aróstegui, el diputado número 19 del PP

Por Alejandro S.


Juan Luis Aróstegui se descolgó ayer con una defensa a ultranza del Gobierno de Juan Vivas en dos asuntos polémicos: La paga extra de los trabajadores de RTVCE y el festivo laboral de la Pascua del Sacrificio musulmana.

En cuanto a la primera cuestión, no es de recibo cuanto dijo en rueda de prensa sobre la sentencia firme de RTVCE y, menos aún, que pusiera calificativo a la conducta de los trabajadores si aceptaban el pronunciamiento judicial. El sentido de lo honrado y de justo y lo injusto para Aróstegui es muy particular, porque estima injusta una sentencia –cuestión opinable-pero no lo es para él incumplir su aplicación; cuántos fallos judiciales son injustos para los trabajadores y siempre se han justificado como un precepto irrenunciable el cumplir con lo determinado por el juez.

Hemos escuchado hasta la saciedad que las sentencias hay que cumplirlas, pero en el asunto que nos ocupa, Juan Luis Aróstegui, se erige en justiciero, en el salvapatrias que juzga qué es justo y qué no. En quien tilda de poco honrado que unos trabajadores perciban lo que dictamina un juez y, sin embargo, elude reclamar que se exijan responsabilidades políticas y personales a quien o quienes, han sido los autores de ese error al que él alude, pero exonera de cualquier responsabilidad. Así es el sentido de la justicia de Juan Luis Aróstegui. Para él, debe ser justo sí es justo también que un trabajador de su sindicato sea sancionado sin base ni justificación por una sentencia del mismo juez al que él ahora atribuye el error en la sentencia de la RTVCE.La justicia según Aróstegui, es algo efímero, adaptable a las circunstancias y los intereses que él baraja, a las coyunturas políticas o al capricho. Por ello, las palabras de Aróstegui en su rueda de prensa de ayer, contra los trabajadores de RTVCE y defendiendo el posicionamiento surrealista del Gobierno de Juan Vivas, que ha convertido en materia interpretarble una sentencia firme, es de lo más indecente.

Aquí, nadie que se equivoca asume responsabilidad alguna; el Gobierno de Juan Vivas, del que cada día se siente más partícipe Juan Luis Aróstegui, no aplica la máxima de “los errores se pagan”, porque buscan mil y una excusas para eludir y burlar la responsabilidad bajo los argumentos más peregrinos. Son capaces de vulnerar el Estado de Derecho, la Constitución, los convenios colectivos y cuanto haga falta, para salirse por la tangente riéndose de todo el mundo.

En esta gran farsa, Dios los cría y ellos se juntan: así se explica cómo un Juan Luis Aróstegui, con su sentido de la justicia aplicado a los demás pero no a él, no le remuerde la conciencia que en su unidad familiar etren varios sueldos y él se eche a la calle con pancartas para pedir trabajo para esa pobre gente que no tiene ni para comer. ¿Es eso justo, señor Aróstegui: que nade usted en la abundancia y haya gente sin poder cubrir sus necesidades básicas?

Su cúmulo de cargos es un ejemplo de cómo se ejerce el pluriempleo en época de crisis: director de un colegio público, secretario general de Comisiones Obreras, diputado de la Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta, presidente de la Junta de Personal Docente y además, con su mujer trabajando. Una suerte estupenda en momentos duros, de austeridad, donde tiene posibilidades económicas que no están al alcance de la media de los mortales y, desde luego, en absoluto de los 14.000 parados a los que tanto alude para sus demagógicas campañas. ¿Es eso justo, señor Aróstegui? ¿No debería repartir algo de lo mucho que gana?¿Usted es un ejemplo de austeridad para reivindicar nada? ¿Debería devolver algo de lo que gana?

Fiesta del Borrego

Sobre su concepción de los asuntos económicos, no le preocupa que por confusión u error, los dos días de la Fiesta del Borrego, causen un serio quebranto económico a los empresarios y Aróstegui ha considerado “muy correcta” la gestión del Gobierno local y su presidente, Juan Vivas. Para él, hablar de esto es racismo, desvirtuando un concepto que se utiliza con demasiada frivolidad y sin ningún fundamento, ya que criticar la imprecisión a la hora de fijar una fecha, no puede catalogarse con sentido discriminatorio, sino como una torpeza de su responsable o responsables, con independencia de credos, ideologías o cualquier matiz.

Se trata de un desatino “per se”, de un desajuste que nos lleva a fijar como fiesta en el calendario una celebración que se produce al día siguiente, con el notable desconcierto para quienes, se sienten confundidos por esta cuestión. No traducir en pérdidas económicas tal variante es negarse a aceptar la realidad. Para Aróstegui, se simplifica con tildar de racista a quien pretenda cuestionar este asunto.

Y ya está bien, Ceuta no es racista y los ceutíes, tampoco. Lo que hay es mucho victimismo, mucha explotación del cuento del “cristiano racista” y nulos deseos de integración en una sociedad abierta y plural. En Ceuta no hay racismo contra el musulman. Lo que hay es indignación por ciertas gentes entre los de su religión que hacen lo que quieren, viven como quieren, exigiendo derechos y ninguna obligación (quiero agua, la cojo; quiero luz, la tomo; quiero tener vehículo, lo tengo, sin seguro, ni ITV, ni “ná”; quiero sanidad, voy al hospital, con toda la familia, y que tenga cuidado el médico o la enfermera con no hacer lo que yo quiera….. Eso sí: de pagar nada de nada).

Es más, los poderes públicos son blandos con ellos porque está mal visto exigir a ese colectivo el cumplimiento de unas normas y leyes que lo son para todos los españoles.

Hoy, en Ceuta, muchas razas, religiones o culturas se encuentran presentes. Eso da riqueza a una ciudad pero, por otra parte, resulta preocupante la horda de papanatas que pecan de una multiculturalidad mal entendida. Las leyes de un país deben de ser para todos igual, y no debe permitirse una discriminación positiva en ningún sentido. Y eso es lo que no está ocurriendo con los grupos étnicos y religiosos. Bajo la amenaza y el miedo que tienen los poderes públicos a ser tachados de racistas, ceden a la presión de los victimistas. Ir de víctima de “un estado opresor con mi raza” sale muy rentable. Hay gente que por generaciones lleva viviendo de ese cuento, al que ahora Aróstegui se ha apuntado.

La sociedad española no es racista, pero como todas las sociedades, tiene sus normas y leyes, que deben ser cumplidas por todos por igual. No hacerlo significa autoexcluirse, y eso es lo que hacen muchos: autoexcluirse, no integrarse, porque no desean forma parte de nuestra sociedad, porque en el fondo, los racistas son ellos, que se creen etnia o cultura o religión superior y verdadera. El individuo blanco, negro, moro, gitano, payo, chino, que verdaderamente desea formar parte de esta sociedad pluriétnica, adopta sus normas y cumple con sus leyes. No hay más secreto que ese. Todo lo demás no es sino bazofia barata de un victimismo vomitivo del que hace gala Aróstegui.

Igualdad ante la ley, igualdad de derechos, pero también de deberes. Esta última parte, la de los deberes, es la que olvidan por el camino muchos de los que claman al cielo justicia, cuando lo que en verdad exigen es gozar de privilegios y prebendas de los que no disfruta el resto de la población. Cuando se producen desigualdades en los terrenos económicos, de acceso a la vivienda, penales o de la justicia, de deberes y obligaciones que se incumplen sistemáticamente por una parte, es cuando la sociedad se rebela, y no contra una raza, etnia o cultura, sino contra unas personas concretas a las que se les discrimina positivamente respecto del resto.

Por ello, señor Aróstegui, lo injusto, poco valiente e indecente, es acomodar las circunstancias a los intereses propios o, jugar a ser el diputado número 19 del Gobierno de Juan Vivas, con argumentos tan banales, absurdos e irrisorios como los que expone. Sus méritos para que lo integren en el grupo “popular” están siendo más que sobrados.
 

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