No hay peor entendedor que quien no quiere escuchar o, peor
ciego que quien no quiere ver. O en este caso de Urbaser,
quien como Juan Vivas se hace el tonto. Así hay que
entenderlo cuando en su comparecencia de prensa y a
preguntas de los periodistas sobre las conclusiones de la
coalición Caballas acerca de la Comisión de Investigación
parlamentaria, ni reconoció negligencias ni asumió mala
gestión de su Ejecutivo y, mucho menos, dijo estar dispuesto
a “flagelarse”.
Es evidente que la mortificación aunque sea política, no va
con nuestro Presidente de la Ciudad y, mucho menos, asume
comportamientos incorrectos ni conductas que provoquen
rechazo o indignación pública. El desfase de al menos 4,8
millones de más abonados a Urbaser y reconocidos por los
técnicos, no parecen ser para él nada más que una menudencia
o algo anecdótico o en sus propias palabras, “un asunto
administrativo”. ¡Menuda burocracia millonaria, presidente!
Juan Vivas ha negado ante los periodistas que hubiera
“descontrol” o “incapacidad” para gestionar bien el contrato
de Urbaser, en un ejercicio de abstracción mental mezclado
con amnesia, pese a que se ha venido hablando (y
demostrando), enriquecimiento injusto de la adjudicataria
del servicio de limpieza viaria, de un contrato a la medida
de la misma y contrario a los intereses generales, que se
amortizaba aceleradamente la maquinaria sin que la gestión
pública se hubiera percatado de ello, (el Ayuntamiento pagó
durante 10 años maquinaria en buen uso cuando desde hacía
tiempo no estaba en buen estado), pese a que salta a la
vista la negligencia en la fiscalización del contrato y pese
a que la Fiscalía ha visto un presunto ilícito penal que
motivó que diera traslado al Juzgado nº 5 de este asunto que
para Juan Vivas es “administrativo” y obvia que se encuentra
en sede judicial por vía penal.
No hay peor ciego que quien no quiere ver. O como decía
Ramón de Campoamor, “todo es según el color del cristal con
que se mira”. En este caso, los cristales de la percepción
de Juan Vivas son de una opacidad equivalente a la gestión
desarrollada, cuya tolerancia y laxitud para con Urbaser, ha
sido descomunal.
Niega la mayor y, encima, descarta el calificativo de
“escándalo político” en este asunto que para él es de simple
carácter administrativo, cuando terminológicamente, un
escándalo encaja perfectamente en este caso por tratarse de
“acusaciones de proceder incorrecto” que provoca rechazo e
indignación pública. En la concepción de “escándalo” se
alude a cualquier “situación o comentario por su amoralidad
o inconveniencia”. En el tema Urbaser, ni Vivas ni los
suyos, pueden estar satisfechos de los desmanes causados, de
que hayan al menos 4,8 millones de euros por ahí “bailando”,
como si el dinero público fuera un juego de cromos.
Vivas no reconoce responsabilidades y, aún más, señala que
se les pide de manera injustificada. ¿Cabe mayor desfachatez
para tanto descaro? Y encima, manifiesta que “se ha pagado
lo previsto en el contrato, ni un euro de más del precio
auditado externamente”. ¿No quedamos que en el informe del
técnico contable, que él calificó de brillante, se apuntaba
todo lo contrario, con un desfase importante? ¿No reconoció
un segundo informe el desfase de 4,8 millones de euros? ¿No
se está hablando de enriquecimiento injusto de Urbaser y no
se habla de reclamarle en el Juzgado el exceso?
En un galimatías perverso, este episodio parece sacado de un
diálogo de los Hermanos Marx: “Ni sí ni no, sino todo lo
contrario.” Una dinámica del absurdo que suena más a
tomadura de pelo descarada que a una verdadera conciencia de
sentimiento exculpatorio.
Vivas habla de que “se han hecho reuniones periódicas y
habituales de seguimiento del cumplimiento de las
obligaciones de la empresa”. A la vista de lo visto, en esas
reuniones se hablaría de fútbol y de cualquier cosa menos de
fiscalizar a la empresa adjudicataria, por las consecuencias
tan lamentables y negativas para el erario público. Y acerca
de la sobreamortización de la maquinaria, Vivas declara que
“sigue habiendo distintos criterios técnicos y no se debe a
la falta de control gubernativo”. Entonces, ¿qué pensaba
reclamar, como dijo, en el Juzgado a Urbaser? Si hablamos de
“criterios técnicos” no hay nada que reclamar y si el asunto
es “técnico” no es económico, ¿de dónde salen esos 4,8
millones de euros de desfase?
O esto es un diálogo de besugos o aquí hay alguien que tiene
una cara de hormigón y una mente tan perversa y
calenturienta que nos quiere hacer tontos. Y el más idiota
de todos habrá de ser el fiscal que ha enviado al Juzgado el
“caso Urbaser”.¡Qué torpeza, señor Vivas, por una simple
cuestión “administrativa” el tiempo que están perdiendo
policías, investigadores y el propio juez!
El “caso Urbaser”, desde la perspectiva Vivas, parece una
“serpiente de verano” o el sueño calenturiento de cualquiera
que haya sufrido una pesadilla pasajera. Lo peor es que la
pesadilla, puede convertirse en un sobresalto o seguir
mandando a más de uno a su casa “por razones familiares”.
El caso Urbaser huele muy mal: a cinismo, a hipocresía, a
indiferencia, a mentira. Se quiere convertir en una gran
farsa la negligencia y el descontrol en la gestión política.
De película…
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