Poco a poco, el término democracia
que con tanto entusiasmo se acogió allá por el año 76 del
pasado siglo, tras haber quedado atrás y ser superadas las
secuelas del anterior régimen, se va degradando y va dando
cobijo, cada día más, a otro término que, en pocos meses se
podría haber convertido en casi sinónimo de la “democracia”
que estamos viviendo en nuestro país.
Hoy, aquí en España, nadie con dos dedos de frente cree que
tengamos una verdadera democracia, y miremos por donde
miremos la democracia como tal no existe, al haber sido
absorbida, exclusivamente, por los partidos políticos, sean
del pelaje que sean, en esto no se diferencian las
izquierdas de las derechas.
Llegados a esta conclusión, lo que dejó en herencia el
régimen del General Franco fue una partitocracia que se va
repartiendo la tarta, como más les conviene a cada uno de
los grupos políticos, en cada momento.
Y es que, ahora mismo, los partidos políticos no son algo
abierto a todos los militantes, ni puede llegar, por su
valía, a la cúpula de un partido cualquiera de los
militantes de un grupo político, si no se deja su propia
personalidad fuera del circuito de la política que le
marquen.
Que un militante normal y corriente pueda escalar por su
valía, es imposible, porque hay filtros que dejan en la
estacada a muchos, por el simple hecho de que no comulgue
con los caprichos o las directrices de la cúpula del
momento.
Y así van las cosas. Se deja subir a hombres o a mujeres de
confianza, porque saben hacer la corte muy bien, porque son
obedientes, hacen caso a todo lo que se les dice, aunque se
trate de acciones irrealizables, pero nunca se oponen a lo
que las cúpulas correspondientes marcan.
Ahí está el futuro político de cualquier persona, con el
obedecer sin poner ningún reparo, hasta que vaya cogiendo
peso, y más tarde “coger” lo que sea, y ejemplos de esto
tenemos en el PSOE, en el PP, en CiU y en todos aquellos
grupos políticos, a nivel nacional, regional o local, que
han llegado a tocar pelo.
Porque además, y esto está claro, todavía no conocemos a
ningún militante de a pie, de un partido o de otro, que esté
envuelto en cualquier tipo de escándalo, por haberse llevado
lo que no era suyo, mientras que hay docenas de cleptómanos,
siempre personas con peso en los partidos, que han hecho más
que carrera, capital a costa de llevarse lo que no era suyo,
y sacándolo del propio partido, o de los fondos públicos que
tenía que haber administrado un partido. Docenas, repito,
hay de gentes de peso en un partido y que se han hecho de
oro, en el mismo partido.
Los últimos años, especialmente los dos últimos, no salimos
de un escándalo y ya estamos metidos en otro o tenemos otros
tres a la vista, además de que aquí no podemos recurrir a
eso tan manido de “y tú más”, porque en todos los partidos
están cogidos hasta las cejas por acciones de auténtico
saqueo de unos fondos que llegaron al partido por caminos
tortuosos, o por otros fondos que desde el Estado iban para
un fin muy distinto al que se utilizaron, pero que los
tunantes de turno sacaron un buen provecho personal.
Llegados a esta situación, el término democracia, ni con
perspectivas griegas, que es de donde nació la democracia,
ni con perspectivas de izquierda o de derecha, no podemos
decir que exista con una salud duradera, más bien ha dejado
paso a lo que desde ahora voy a llamar cleptocracia, o
dominio de los rateros.
|