Lo manifestado por Juan Luis
Aróstegui sobre el ‘caso Urbaser’ está hecho a la medida
de nuestro alcalde. Vamos, que se ajusta perfectamente al
deseo que tenía éste de que el primer partido de la
oposición le hiciera tan grande favor a estas alturas de su
trayectoria política. Venida a menos. Muy a menos.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que el
objetivo de la crítica de quien más manda en Caballas es
dejar al criticado Vivas con el sentimiento de que ha
recibido una ayuda. Una extraordinaria ayuda. Y así, en
cuanto se reúnan esta semana, Aróstegui podrá dirigirse a
nuestro alcalde de esta guisa: “Ya sabes, Juan, que me debes
una…”.
Y nuestro alcalde, muy puesto en su papel de nipón –que lo
borda, todo hay que decirlo-, hará aspavientos de
subordinación y de su boca saldrán juramentos solemnes de no
olvidar nunca, pero nunca, la crucial ayuda prestada por su
amigo del alma: Juan Luis. Habrá, cómo no, el indispensable
abrazo entre ambos con enérgicas y rápidas palmadas en la
espalda, y sonrisas subrayando tan emotivo tableteo.
Emoción a raudales, pues, entre dos personajes que fueron
nacidos y programados para formar un tándem político que
pasará a la historia como lo mejor que nunca le haya
ocurrido a esta ciudad. Y lo que te rondaré, morena. Pues
ambos son tan extraordinarios (!) políticos que se puede
decir de ellos, sin temor a errar, que tanto monta, monta
tanto, Juan como Juan Luis. Y es que son los reyes de una
ciudad donde hacen y deshacen a su libre voluntad. Pese a
que todavía no se han arrogado, que uno sepa, facultades
divinas. Aunque todo se andará.
De no ser así, cómo podría habernos dicho, quien más manda
en Caballas, que Urbaser estuvo campando por sus respetos,
es decir, obrando a su antojo, mientras el Gobierno se hacía
el lipendi. El bobo. El tonto que dejó que la empresa
recibiera dinero a manos llenas sin las contraprestaciones
debidas. Un gobierno cuyos componentes se hacían los suecos
y dejaban que millones de euros indebidos ingresaran en las
arcas de una empresa que había hallado una bicoca en Ceuta,
gracias a que nuestro alcalde ignoraba lo que estaba
sucediendo.
A la ignorancia de nuestro alcalde la tacha Aróstegui de
negligencia. De indolencia, descuido, despreocupación,
desliz, olvido… Y así podríamos continuar achacándole a
nuestro alcalde imprudencia, omisión; no sé si consciente o
inconsciente de sus deberes. Negligencia, que es, según
creo, la acción de un hecho imprudente; una especie de
conducta atrevida, es lo único que Aróstegui ve en el
comportamiento de unas autoridades municipales que han
estado pagando durante diez años maquinaria en buen estado,
cuando esa maquinaria llevaba ya la tira de tiempo dejando
mucho que desear. Sin saberse los motivos por los que la
empresa llenaba sus alforjas con dinero público -e
indebido-, ante la pasividad de quienes tenían la misión de
impedirlo.
Por lo tanto, conviene insistir en que pagar una maquinaria
que no ha existido, ha recibido la calificación de
negligencia por parte del líder de Caballas. Quien ha vuelto
a pasarse de listo. Pues él sabe, sobradamente, que la
negligencia es de difícil valoración y aún más difícil en
esta ciudad, donde la endogamia reinante es aun capaz de
hacernos ver que lo blanco es negro. Aunque en el empeño
tengan que hacer malabares con los argumentos. Aróstegui ha
protegido a Vivas una vez más. Haciendo méritos para vaya
usted a saber qué.
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