Alguien que tiene latines en esta
ciudad, me dice que nuestro alcalde anda muy preocupado por
el ‘caso Kibesan’. Quien me pone al tanto de las
preocupaciones de nuestro alcalde es un tipo tan astuto y
despierto como experimentado en cuestiones que se cuecen en
la trastienda del poder. El desasosiego de nuestro alcalde
radica en que se ha dado cuenta de que Yolanda Bel es
la viva imagen de la desolación. Que su tristeza y aflicción
es tan intensa como para que se haya convertido en un alma
en pena.
Que el pesar de la consejera de Presidencia, Gobernación y
Empleo se ve a la legua. Que su lenguaje corporal lo dice
todo: que ahora mismo es una mujer venida a menos en todos
los aspectos. Ya que la denuncia de los pagos fraccionados y
continuados le está quitando el sueño. Y, claro, nuestro
alcalde teme que no sea capaz de aguantar el chaparrón de
las acusaciones.
Nuestro alcalde está con la mosca detrás de la oreja. Pues
recela que, en cualquier momento, YB diga hasta aquí he
llegado y decida defenderse con uñas y dientes de las
infracciones que se le vienen achacando. Porque lo que no
quiere mi estimada consejera, mujer recia y que nunca ha
propiciado la menor duda en su honrado proceder, es que su
carrera política termine como la de José Antonio
Rodríguez. De quien nunca más se supo (bueno, se supo
que le dieron a cambio de su silencio sepulcral ejercer de
no sé qué en la Federación de Fútbol de Ceuta. Que es el
patio trasero de nuestro alcalde).
YB se ha ganado a pulso, durante muchos años, el respeto de
innumerables ceutíes. Que no entienden cómo es posible que
ella haya podido meter la pata a sabiendas en el ‘caso
Kibesan’. Dado que siempre fue tenida por niña prodigio en
el partido y, sobretodo, muy convencida de que podría llegar
a ser alcaldesa de esta ciudad.
Lo de ser alcaldesa de Ceuta es para Yolanda su objetivo
principal. Y no está dispuesta a que nadie trate por ningún
medio de acabar con sus ilusiones. De modo que está pensando
recuperar su tono de mujer de rompe y rasga. Actitud que
preocupa y mucho a nuestro alcalde.
Nuestro alcalde, siempre tan convencido de que todo lo tiene
controlado, no espera, en modo alguno, que la consejera vaya
a mostrarse decidida, resuelta y audaz en momentos donde, si
se duerme en los laureles, van a dejarla en la estacada.
Abandonada a su suerte. Más o menos, cambiando lo que haya
que cambiar, como dejaron a la infortunada Elena Sánchez.
Cuyas últimas declaraciones, un día antes de su
fallecimiento, aún obran en mi poder. Y las conservo como
una reliquia.
La consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo sabe que
le han tendido una posible trampa. Que está metida en un lío
morrocotudo. Atrapada en una situación de la que no ha
sabido, hasta ahora, como salir de ella. Y anda deshojando
la margarita de de si aceptar los hechos que se le adjudican
o rebelarse contra ellos. Haciendo la defensa que le
corresponda.
En suma, YB no se ha metido en ese posible lío por decisión
propia. Sino porque decidió, quizá, dar por buena una forma
de proceder que se había convertido en algo habitual. Lo
habitual parece ser que es pagar facturas fraccionadas y
continuadas a ciertas empresas amigas para evitar los
concursos públicos. Y la consejera anda mustia. Pero, en
cualquier momento, puede salir a la palestra y armar la de
Dios es Cristo.
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