No es la primera vez que digo que
Juan Vivas ha personalizado a tal extremo la opción
popular, sustituyendo la marca PP por la suya propia, y ha
acumulado tal poder personal, como para creerse que podría
ganar unas elecciones con un partido localista y hasta unir
su destino político con la coalición Caballas.
De momento, como dirigente todavía de los populares, mi
impresión es que nuestro alcalde, convencido de que los
ceutíes siguen comiendo en sus manos, hace ya mucho tiempo
que gobierna mediante un pacto tácito con Juan Luis
Aróstegui. Quien, cuando es preguntado al respecto por
sus palmeros, suele responder con aires de suficiencia.
No obstante, a nuestro alcalde le convendría saber que la
historia nos enseña que, por mucho positivo que uno haga, su
imagen pública valdrá lo que sus últimos actos. Y éstos, es
decir, los últimos actos de nuestro alcalde no han sido para
tirar cohetes. Por los que, como no podía ser de otra
manera, su popularidad ha ido descendiendo con más celeridad
de la esperada tanto por él como por sus acólitos.
Y es que nuestro alcalde, embriagado por los benéficos
efluvios del populismo, sin que nadie osara toserle, llegó
un momento donde decidió revestirse con capa de armiño
napoleónica. Semejante manera de gobernar, haciendo de su
capa un sayo, tuvo su primera manifestación de poder
colocando gente próxima; tanto a parientes carnales como a
parientes políticos; militantes del partido que reclamaban
el pago de lealtades.
Y a partir de ahí, rodeado de un clientelismo, seleccionado
de antemano y que lo avalaba con el baluarte de su
admiración incondicional, se sintió el no va más. Y pronto
nos fuimos dando cuenta de que esta ciudad estaba hecha,
única y exclusivamente, para quienes habían jurado
profesarle pleitesía eterna y decirle, cada dos por tres, lo
de mande usted, don Juan, que para eso estamos. Los demás
mortales, sin embargo, parecíamos gente desclasada. Y,
claro, ante tamaña aptitud, comenzó a fraguarse su declive.
Porque frente al populismo de un gobernante, los remedios
son más transparencia, más respeto a la ley y solidez
institucional. En suma, más democracia y menos ordeno y
mando porque me sale a mí de los cataplines. Que para eso
gano elecciones tras elecciones por mayoría absoluta.
Las mayorías absolutas obtenidas por nuestro alcalde le han
hecho perder el equilibrio. Y, claro, anda siempre al borde
de dar con sus huesos en el suelo. De tanto mirar hacia
arriba y darse cuenta de que el poder omnímodo que se
atribuye no hace milagros. Y es que todo no se puede tener.
Menos mal.
Menos mal que, desde hace ya un tiempo, José Antonio
Carracao no se calla ni debajo del agua. Justo es
decirlo. Y se ha convertido, pues, en esa mosca cojonera que
habrá de soportar nuestro alcalde todos los días y fiestas
de guardar. Incluso no se ha cortado lo más mínimo en
hacerle el artículo a “Conciencia libre”: asociación que se
ha estrenado denunciando a la Fiscalía el ‘caso Kibesan’.
El secretario general de los socialistas –de Ceuta-, además,
no se ha cortado lo más mínimo en propalar que nuestro
alcalde gobierna “de manera injusta, sesgada, arbitraria y
alejada totalmente de los preceptos de igualdad y equidad”.
Nuestro alcalde necesita meditar… Cuanto antes.
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