Cuando los jugadores de un equipo
de fútbol, debido a que los resultados no son los deseados,
declaran que el entrenador es educado, muy buena persona,
conocedor de su oficio y que las derrotas son achacables a
los futbolistas, sólo a los futbolistas, el técnico no
pecaría de malpensado si cree que ya anda en la cuerda
floja. Es decir, que se halla en una posición precaria, como
los funambulistas del circo.
Siempre me opuse, durante los muchos años que estuve
ejerciendo de entrenador, en momentos complicados, a que los
jugadores salieran en tromba hablando de mí lo mejor
posible. Me sentaba como un tiro que se arrogaran facultades
defensoras que yo despreciaba. Tal y como suena. Y debo
decir, además, que no había ni pizca de orgullo en mí.
Tampoco aceptaba que cualquier directivo largara la frase
hecha del entrenador tiene toda nuestra confianza. Las
dudas, acerca de mi trabajo, si las había, tenían que
resolverse entre bastidores.
Válgame este largo introito futbolístico para hablar de
Yolanda Bel: consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo.
Que está viviendo un momento delicado. Tan delicado como
para que actuaciones suyas hayan sido denunciadas a la
Fiscalía, por parte de la Asociación Anticorrupción, llamada
“Conciencia Libre”. Dado que el ‘caso Kibesan’ ha tomado
vuelos impensables, lo peor que le ha podido pasar a mi
estimada YB es lo que dijo nuestro alcalde, fechas atrás:
-Yo pongo la mano en el fuego por la consejera.
Y se quedó tan pancho, el buen hombre. Como si con esa
aseveración, tan manida, estuviera haciéndole el favor del
siglo a su compañera de gobierno y partido. Pues no. Lo
único que hizo fue lo que hacen los jugadores cuando alaban
a sus entrenadores en momentos donde priman las
dificultades. En este caso, sus palabras seguramente han
dejado en la consejera una sensación desagradable. Y, quizá,
sumida en la duda. Que es lo peor del asunto.
Me explico: aunque yo no soy de meter la mano en el fuego
por nadie, y me cuesta decirlo, sí creo que YB no se ha
beneficiado en nada del trato favorable que le haya podido
dispensar a la susodicha empresa. Por medio de pagos
fraccionados y continuados, y que los medios de comunicación
comparan con los que le costó la destitución a José
Antonio Rodríguez.
YB me merece mucho respeto como para pensar que pueda
haberse pringado en algo así. Otra cosa es que se haya visto
obligada, tal vez, a dar su consentimiento a operaciones que
se vienen haciendo porque sí. Porque se hicieron un día y
acabaron por convertirse en algo habitual.
Y menos tilín aún le habrá hecho a la consejera de
Presidencia, Gobernación y Empleo, que, tras las
desafortunadas declaraciones del alcalde, haya habido otras
en las que se anunciaba a bombo y platillo que el Gobierno
arropaba a Bel y arremetía contra su ex director de Menores
por “difamarla”. Y asimismo se decía que la ayuda a la
consejera era “inquebrantable e incuestionable”.
En rigor: si la consejera se ha equivocado en algo, y ese
algo ha propiciado beneficios para una empresa, bastaría con
aceptarlo y pedir el perdón correspondiente. En cambio, con
declaraciones como las realizadas, hasta ahora, respecto al
‘caso Kibesan’, parece ser que hay ganas de airear que la
consejera está en la cuerda floja. Digo yo.
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