Ya dijo quien lo dijera que
apartarse de los peligros de la vida no es vivir. Quien me
oye decirlo, que siempre se ha mantenido en la retaguardia
de la existencia diaria, viendo los toros desde la barrera,
no duda en replicarme que él nunca ha tenido el menor deseo
de hacerse notar. Incluso hace uso del tópico: “Ya me dijo
mi madre que no me metiera en líos. Y a fe que llevaba
razón”.
Lo que no dice, semejante bon vivant, es que él no ha dejado
nunca de estar arrimado a los poderosos del momento
político. Ya pertenecieran éstos a su partido o al otro. Por
lo que lleva la tira de tiempo situado en sitio donde nunca
ha disminuido su bienestar social y económico.
Existen personas monstruosas que todo se lo perdonan y
carecen por completo de remordimientos y se merecen que se
les destine toda su vida al sótano. Me siento avergonzado de
los que no quieren arrepentirse de nada porque dicen carecer
de culpa alguna. Y que deambulan insaciables de notoriedad,
falsa modestia, y engañosa bonhomía. Ese carácter bonachón y
burgués, que tan de moda se ha puesto en España, otra vez,
tras ganar la selección española los títulos futbolísticos
más ansiados.
¿Quieren ustedes nombres, verdad? Porque una columna sin
nombres es como un guiso sin sal. Que es lo que suelen hacer
diariamente muchos articulistas asediados por la jindama.
Por el miedo al qué dirán los políticos. Aunque en esta
ocasión, y espero que lo comprendan, me van a permitir que
no señale directamente a ningún político de esta ciudad que
dé la talla en cuanto digo.
Decir el nombre del político, o de los políticos, que se
ajusta a la realidad de lo que denuncio, podría ser
contraproducente en estos momentos. Bueno, en estos momentos
y en cualquier momento. Que uno sabe sobradamente con quien
se está jugando los cuartos. Y una cosa es ser valiente y
otra presumir de serlo.
Lo de presumir hace ya mucho tiempo que no entra en mis
cálculos. Ni siquiera de lo que uno está convencido de ser
perito. Por más que a cada paso me deba morder la lengua
cuando oigo opinar de fútbol. Lo que no me aguantaría, lo
digo categóricamente -lo de nuestro alcalde es pegadizo-, es
en decirle cuatro guasas a Kiko Narváez, si lo tuviera
frente a mí en estos momentos. ¿Cómo es posible que alguien
que ha jugado -y bien- al fútbol sea capaz de verlo tan
desatinadamente? Y decir tonterías tras tonterías para
regocijo de ese narrador llamado Manu Carreño.
Tonterías tras tonterías son las que también larga José
Carlos García. Éste es quien parte el bacalao en el Gabinete
de Prensa de la Ciudad. Pagado a precio de oro, como si
fuera Azorín redivivo, el muchacho salmantino se ha
convertido en la mano derecha de nuestro alcalde. Un día, de
no ha mucho, debido a que el tal JCG carece de maneras, le
recordé su pasado. Cuando escribía en el ‘Sur de Málaga’ y
no desaprovechaba momento alguno para poner a Vivas a parir.
Lo increpaba, lo insultaba, le reñía sin la menor
consideración. Y su respuesta fue la siguiente: “Lo que me
estás diciendo ya lo escribiste una vez”.
Pues bien, ahora lo escribo nuevamente. He decidido redoblar
el tambor. Decirte, una vez más, y aún son pocas, que
procures cumplir mejor con tus deberes. De no ser así, habrá
que preguntarle a nuestro alcalde, el mismo que decidió
colocarte a su vera para, posiblemente, eludir tus ataques,
si acaso te mantiene en tu puesto porque hay algo que los
demás no sepamos y tú sí. Hoy, como ustedes verán, le he
dado una oportunidad al circunloquio.
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