El Día de la Merced, durante su
celebración en las dependencias del Centro Penitenciario de
los Rosales, Francisco Antonio González decidió
charlar unos minutos con un funcionario de prisiones que, en
ese momento, estaba pegando la hebra conmigo.
Lo primero que hizo el funcionario es interesarse por la
salud de Pacoantonio. Y éste le respondió con la entereza de
quien ya ha padecido lo suficiente como para no engañarse a
sí mismo. De modo que dejó entrever con un gesto recio,
acompañado de la palabra adecuada, su diagnóstico. A renglón
seguido, no se cortó lo más mínimo en expresarse de tal
guisa:
-Me consta que los hay que me desean lo peor…
Sus palabras ni salieron atropelladas ni tampoco iban
entreveradas de ira. En modo alguno. Puesto que en su cara
se reflejaba sosiego y entusiasmo sobrados por estar
cumpliendo una de las muchas obligaciones que le exigen su
cargo. Pues no me cansaré de decir que el entusiasmo del
delegado del Gobierno es el que le permite todos los días
acudir a su despacho dispuesto a fajarse con los problemas
existentes.
El funcionario trató de quitarle importancia al asunto,
mediante tópicos al uso, mientras yo guardaba un silencio
sepulcral. Sabedor de que Pacoantonio no había hablado a
humo de pajas. Sino que quería que alguien supiera que él
estaba enterado de muchas de las cosas que se cuecen entre
bastidores. Nada extraño. Dado que cuenta con los medios
apropiados para que sus conocimientos sean muchos.
Francisco Antonio González ha sido siempre persona de mucho
carácter. Sin duda alguna. Y, aunque yo no lo he tratado ni
mucho ni poco, tengo entendido que, a pesar de su firmeza y
energía, es sumamente afectuoso. Y hasta me han dicho,
últimamente, que es mucho más útil de lo que algunos creían.
Lo que no quiere decir que a veces le pueda el genio y acabe
disparatando. Ello es algo de lo que nadie nos libramos.
Como tampoco de las enfermedades.
A propósito, hablando de enfermedades, a un amigo mío, hace
ya su tiempo, le diagnosticaron cáncer, cuando ocupaba un
cargo público importante. Coincidí con él en una fiesta y me
dio por preguntarle si tenía tiempo para hacer análisis de
sus deberes y de su situación. Me contestó así:
-Solamente hago uso del análisis para combatir la enfermedad
o la confusión. En cuanto vuelvo a ver claro lo rechazo y
rechazo a las personas demasiado analíticas. Sólo debe
utilizarse el análisis cuando es necesario. El resto del
tiempo hay que vivir con pasión y entusiasmo, poniendo a
prueba nuestras fuerzas en beneficio de los demás.
El delegado del Gobierno es quien mejor conoce sus fuerzas
actuales y sobre todo sus deseos de ponerlas al servicio de
los ceutíes. Tengo la certeza de que lo está haciendo. Pero
ello no significa que aun ganado por sus deseos y ansias de
entrega esté libre de errores. Hasta ahí podíamos llegar.
Eso sí, cuando los yerros son cometidos por otros, en algún
asunto que le concierna a él, se le ha pedido a veces
cordura. Ya que nadie es perfecto.
Ahora bien, cuando ya ha transcurrido tiempo más que
suficiente para enjuiciar su labor, y sin necesidad de
hacerlo mediante análisis exhaustivo, uno cree que Francisco
Antonio González ha dado muestras evidentes de fortaleza. De
no arrugarse ante las adversidades. De estar entusiasmado
con su cargo. Y, por encima de todo, parece poco dado a
participar en componendas.
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