Me llama por teléfono alguien a
quien estimo tanto como confianza tengo depositada en él
para decirme que el martes pasado, a pesar de buscarme por
los lugares que yo suelo frecuentar, no le fue posible
hallarme. Y, por tanto, se quedó sin poder conversar
conmigo. Así que aprovecha la ocasión para comunicarme que
Guillermo Martínez ya está en Ceuta. Y que se ha
recuperado muy bien de la dolencia que lo ha mantenido
cierto tiempo bajo atención médica.
La noticia me causa una enorme alegría. Y así se lo expreso
a la persona que ha tenido la delicadeza de ponerme al tanto
del hecho. A partir de ahí, es decir, de conocer tan buena
nueva, me niego a entrar en detalles acerca de las críticas
que en su momento se le hicieron a GM como consejero de
importantes cometidos en el gobierno local. Poco antes había
creído conveniente opinar que la vida es un juego permanente
y éste no está exento de trastornos y reveses. A los que
todos estamos sometidos. Aun las personas que han nacido de
pie.
Mi interlocutor, tan estimado por mí, es consciente de lo
que le estoy hablando. Pues siempre se ha distinguido por
sabérselas todas. Lo que unido a su forma de ser, en todo
momento educado y capaz de no perder los estribos ni
siquiera cuando el Madrid es humillado por el Atlético de
Simeone, le permite aceptar mis respuestas sin
descomponerse lo más mínimo. Y decide tomarse un respiro
antes de volver a la carga…
En ese compás de espera, una especie de tregua, la charla
transcurre por cauces que carecen de complicaciones: que si
hay que ver cómo los dirigentes del Atlético de Ceuta están
haciendo una labor tan digna de encomio; que si ‘El Pueblo
de Ceuta’ es ejemplo de cómo se sale adelante contra viento
y marea; que si coincidió, fechas atrás, con el editor y
comprobó que estaba repleto de ilusiones con el periódico y
con el fútbol. Y no sé cuántas cosas más me dijo mi estimado
amigo.
Cuando yo pensaba que mi estimado amigo estaba a punto de
decirme: “Bueno, Manolo, a ver si nos vemos el martes
próximo, para seguir hablando de todo un poco”, no se le
ocurre otra cosa que hablarme de nuestro alcalde.
-Verás, Manolo, ¿no te parece a ti que es preciso ayudar a
Juan Vivas a fin de que éste llegue a las próximas
elecciones en condiciones de ganar por mayoría absoluta? No
vaya a ser que, en su día, las urnas nos jueguen una mala
pasada.
Confieso que estuve en un tris de mandar a mi estimado amigo
a… donde el viento da la vuelta. Más lejos aún: a los
chirlos mirlos. Y si me contuve fue debido a que,
últimamente, estoy contando hasta diez antes de partirme de
ligero. Si bien en mi interior la guasa trataba por todos
los medios de abrirse paso a empellones.
Con la respiración agitada y que, sin duda, era percibida
por mi estimado amigo y contertulio, decido contestarle a
quien, solapadamente, quería hacerle el artículo a nuestro
alcalde. Un alcalde que, si la memoria no me falla, encontró
siempre en este medio toda la comprensión habida y por
haber. La misma de la que gozaba su partido. Puesto que la
tendencia de ‘El Pueblo de Ceuta’ nunca fue ocultada. Debido
a que no había miedo a ser etiquetado.
A cambio, nuestro alcalde, y sin que sepa la causa, llegó un
día en el cual comenzó a mirar a este periódico con malos
ojos. Quizá, por qué no, conchabado con algún neurótico;
cuya vida está dedicada a la venganza por creerse ultrajado
en su momento. Debe reflexionar.
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