Buenos días, Ceuta.
Fin de semana pasado por agua, con una monumental descarga
que ha inundado en parte mi garaje al reventar una cañería
que corría por el techo del mismo.
Hablemos ahora del ‘problema’ catalán, que no lo es, con los
papeles en la mano y pensando fríamente en el contexto de la
convocatoria.
Como he repetido cientos de veces, se trata de una consulta
democrática para saber la opinión de la gente catalana sobre
si quiere que Catalunya sea un Estado y en caso de ser
afirmativo, si se quiere la independencia. Ojo a esto: “Sí
se quiere”, no significa que se solicite la independencia.
Estando condicionada esta segunda pregunta a la primera,
porque en caso de decidir no, sobra.
El Decreto 129/2014, de 27 de septiembre, firmado el sábado
por Artur Mas, explicita muy claramente que es una
convocatoria de la consulta popular NO REFRENDARIA sobre el
futuro político de Catalunya.
Además, el estatuto de Autonomía catalán, legalmente vigente
a todas luces, establece en su artículo 122 que el Gobierno
catalán tiene atribuida la competencia exclusiva en materia
de consultas populares, apoyado por el artículo 29 de la
misma norma estatutaria que dispone el derecho subjetivo de
los ciudadanos de Catalunya a participar en asuntos
públicos.
En consecuencia los catalanes pueden ser consultados en una
convocatoria en todo el territorio de Catalunya cuando tiene
especial relevancia para el país y la Generalitat, el
Gobierno catalán, tiene la potestad de ejercer esa
iniciativa formal ante las instituciones del Estado, tal
como se indican en los artículos 87 y 166 de la Constitución
y el artículo 61 del Estatuto.
Por tanto, el objeto de la consulta es conocer la opinión de
las personas llamadas a participar sobre el futuro político
de Catalunya, con la finalidad de que la Generalitat pueda
ejercer con pleno conocimiento de causa la iniciativa legal,
política e institucional que le corresponda.
Esto quiere decir que en un futuro, cercano o lejano, se
pueda intentar la independencia y ello confiere que se trata
de otro concepto muy diferente y al que pueden responder
adecuadamente las instituciones estatales. No ahora.
Decir otra cosa respecto a esto es faltar rotundamente a la
verdad, es dorar la zanahoria para que los lerdos sigan
insistiendo en un referéndum inexistente por la
independencia.
Yo soy caballa, ceutí de nacimiento y con raíces más que
profundas, catalán de adopción y demócrata empedernido. No
estoy a favor de ninguna segregación, pero sí estoy a favor
de que la gente opine libremente y lo mejor para opinar es
expresarlo en votos, cosa tangible porque hablando las
palabras vuelan.
Estoy realmente desilusionado con la actuación del PSOE, del
PP lo estoy siempre, con esas manifestaciones políticamente
irracionales. Los imaginaba más inteligentes y creí también
que con el cambio en la dirección estatal del partido
socialista se abría un nuevo marco en la democracia. Craso
error por mi parte, al pintarme tan iluso creyendo en ellos.
Resulta que es un partido más o menos conservador y
totalitario, como el PP, y su líder ha caído, para mí, en
una desgraciada cuesta abajo.
El auténtico miedo que tienen los del PP y del PSOE, al
tratar por todos los medios de impedir esa consulta, no es
la intención independentista de los catalanes, es la que
dispongan de una herramienta política a la que no se le
podrá negar derechos generales en los aspectos económicos,
educacionales, políticos y sociales por la singularidad de
la región.
Ceuta tiene una condición coherente con su singularidad
¿no?, ¿por qué no podría tenerla Catalunya? Este es el
verdadero quid de la cuestión. No es realmente el temor a la
independencia porque se sabe que esta resultaría
tremendamente difícil, pero no imposible.
En cuanto a la manifestación del presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, de que tienen que decidir TODOS LOS
ESPAÑOLES, proclamo rotundamente no estar de acuerdo.
En mi casa, para cualquier cosa concerniente, decide mi
familia y de ninguna manera voy a permitir que se metan mis
vecinos.
En fin, la vida sigue y yo también aunque meditando sobre la
verdadera transición democrática.
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