El premonitorio titular podría
haber sido mío (coincido plenamente en el análisis salvo
algún matiz como definir “árabe” a Marruecos) pero, la
tierra para el que la trabaja, fue publicado el pasado 11 de
julio en la contraportada de “El Mundo” por Luis María Anson,
en su sabrosa y habitual columna “Canela fina”. Periodista
de raza y maestro de periodistas, el incombustible Anson es
también miembro de la Real Academia Española. ¿No lo han
leído en ambas ciudades norteafricanas todavía bajo
soberanía, nominal al menos, española…? Pues les copio
algunos extractos:
“La gran política consiste en prevenir, no en curar (…)
Hassan II ideó una estrategia a largo plazo para minar Ceuta
y Melilla: la continuada compra de propiedades por
marroquíes y la infiltración tenaz de musulmanes. Hoy, parte
de esa infiltración está con el fundamentalismo islámico,
cuando no con el terrorismo y en cualquier momento se
producirán en Ceuta y Melilla actos violentos al estilo de
los que desbarataron la presencia francesa en Argelia. Es
cierto que Marruecos se muestra como aliado de España contra
un eventual terrorismo islámico. Pero sería no conocer a los
árabes si creyéramos en su sinceridad política. El Gobierno
marroquí, por la cuenta que le trae, combatirá las acciones
terroristas pero se aprovechará de ellas para transformar el
estatus de Ceuta y Melilla. Estamos a punto de meter las
manos en el fuego. Las dos ciudades españolas, que nunca en
la historia fueron marroquíes, son un polvorín y nuestros
servicios de inteligencia han alertado ya de la situación
límite a la que están llegando. En Moncloa, se continuará
con la fórmula arriólica: no ver nada, no oír nada, no decir
nada. Pero una política seria y responsable exigiría
enfrentarse abiertamente con la situación y establecer una
estrategia a medio y largo plazo que garantice la
estabilidad de Ceuta y Melilla. Lo único que le falta a
nuestro presidente es que le estalle entre las manos el
polvorín de Ceuta y Melilla y que nos encontremos con
atentados en cadena de unos terroristas sin control. La
seriedad política exige prever la situación límite a la que
nos acercamos, antes de que no quede otro remedio que sajar
el tumor, taponar la hemorragia e intentar curar la
enfermedad”. Anson dixit.
Entiendo que el artículo del maestro complementa mis dos
últimos tiros (columnas del 27 y 30 de junio), que les
invito a repasar: “Notas políticamente incorrectas sobre el
yihadismo en Ceuta” y “Ceuta y Melilla, ¿ciudades
corsario-islamistas bajo bandera española?” Si tienen alguna
duda, diputados con sentido del Estado podrían solicitar en
el Congreso informes sobre Ceuta y Melilla preparados,
arduamente, por la Guardia Civil, la Policía Nacional, el
CNI o los servicios de inteligencia (lo que queda, vamos)
del Ejército. Es lo que hay y se lo cuento hasta donde
puedo.
En cuanto a los últimos operativos contra el terrorismo
islamista (ahora me cito yo), “…. la clave de bóveda no
estaría en la deriva terrorista en sí, si no en la
continuada labor de adoctrinamiento y radicalización
islamista que sufre una buena parte de la comunidad
musulmana de la ciudad (sobre 50.000 personas a la baja, es
decir más de la mitad ya de la población total), substrato
ideológico previo sobre el que florece y medra el terrorismo
islamista cuyas raíces vienen creciendo desde hace al menos
veinte años en Ceuta (…) En Ceuta y matizando al delegado
del Gobierno en la ciudad, Francisco Antonio González Pérez,
no es que haya habido solo “dejación en el control del
yihadismo”. Peor aún: desde los años ochenta, cuando ya se
estaba incubando el huevo de la serpiente, ha habido
dejación, negligencia y cobardía a varias bandas, dejándose
crecer impunemente el islamismo radical y sus prédicas,
caldo de cultivo del actual terrorismo yihadista. Porque de
aquello polvos, no lo duden, vienen estos lodos (…) El
terrorismo yihadista no me preocupa, entrecomillado. Es un
problema meramente policial, abordable técnicamente. El gran
problema es el proceso gradual de islamización radical de la
ciudad, tenebroso proyecto emboscado y firmemente asentado
actualmente en varias mezquitas que delimitan el perímetro
ceutí: desde At Tauba (antigua Darkawia) en Príncipe a Ibn
Rochd (Averroes) en Benzú, pasando por la matriz de la secta
del Tabligh en Hadú (Al Noor) o la de Recinto Sur, entre
otras. Tal parece que las autoridades no acaban de digerir
aquello de “Con vuestras leyes os conquistaremos y con
nuestro Islam os someteremos”, pues de otra forma no se
explican las incautas complicidades y generosas ayudas
financieras que sostienen el entramado islamista, tanto en
Ceuta particularmente como en el resto de España. Un
islamismo radical por otro lado que, desde hace tiempo, ya
tiene en Ceuta (y Melilla también) cobertura política con
nombre y apellido, además del “compañero de viaje” o “tonto
útil” anexo al guión. ¿Son hoy día Ceuta y Melilla trasunto
de ciudades corsario-islamista radicales bajo los colores de
la bandera roja y gualda…?. Ese es el auténtico problema. Y
cada año que pasa, más”. Unido a ello, prosigo ahora, la
financiación indirecta y a veces encubierta de parte del
entramado del islamismo radical por la Ciudad Autónoma. La
última, intentando comprar el silencio sobre el “caso
Urbaser” de un conocido político islamista de la Ciudad, más
caballa él que nadie, facilitándole una vez más puestos de
trabajo para que siga adjudicándolos a dedo entre los suyos
o pactando, como no podía ser menos, con la secta islamista
radical del huidizo “Risitas” y su clan familiar emboscado
en el cementerio musulmán de Sidi Embarek. Y en Melilla, de
añadido, el “limes” rompiendo. Visto.
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