Entendí siempre las razones por
las que Joäo Havelange, presidente de la FIFA durante
24 años, se negó a introducir los medios técnicos apropiados
para enmendarles la plana a los árbitros. Solía decir que lo
mejor de fútbol era que los aficionados pudieran discutir al
día siguiente todo lo ocurrido en los partidos. Y, sobre
todo, los errores arbitrales.
Los yerros de los árbitros no han dejado nunca de valer un
Potosí. Tienen un valor incalculable cual motivo de
distracción. Como diría un castizo: es una buena capa que
todo lo tapa. Y qué decir cuando la metedura de pata del
juez de la contienda es, amén de grave, favorable a uno de
los equipos grandes de la competición. Desde el miércoles,
pues, no se habla de otra cosa que no sea del penalti
indicado por Muñiz Fernández contra el Elche y que le
dio la victoria al Madrid.
Muñiz Fernández viene acaparando la atención de todos los
medios. Es el hombre más vapuleado de España en estos
momentos. Está siendo sambenitado sin piedad. Si hoy
existiera la pena de la hoguera, al tal Muñiz no le salvaría
nadie de ir derecho a la pira vivito y coleando. Una vez
interrogado a fondo por Sánchez Arminio; presidente
del Comité Técnico de Árbitros de la Real Federación
Española de Fútbol.
Mientras se habla del árbitro nacido en Bélgica y
perteneciente al Colegio asturiano, el personal se ha
olvidado por unos días del ‘caso Barcenas’, de lo pesado que
son los catalanes reclamando la independencia, de la
corrupción casi generalizada que hay en el país, de la
cantidad de parados con cuarenta años para arriba que están
condenados a no hallar nunca más un empleo que les impida no
sufrir de pánico, y de tantas y tantas cosas desgraciadas
que vienen ocurriendo en una España en la cual Rodrigo
Rato, según Dolores de Cospedal, es un ejemplo de
todo lo bueno que tenemos los españoles. Que Santa Lucía le
conserve la vista.
Entretanto, como si todo estuviera previsto por designio
divino, hoy se juega otro partido de fútbol de los que
desatan pasiones. Es el derbi por antonomasia:
Madrid-Atlético. Y coincide, además, con que el equipo
rojiblanco, dirigido por el Cholo Simeone, se ha
convertido en un conjunto temible para cualquier rival de
los llamados encopetados. Ya que sus jugadores cumplen a
rajatabla la misión encomendada y lo hacen convencidos de
que ello les proporciona muchas posibilidades de triunfo.
El Madrid, en cambio, está ofreciendo, hasta ahora, un
recital de dudas. Se le nota demasiado que sus jugadores no
saben a qué juegan. Evidencian desorientación a cada paso.
De ahí que Benzema parezca más tuercebotas que figura
pagada a precio de oro; que Ramos se haya creído que
es un compendio de Maldini y Beckenbauer (qué
mal le ha sentado al muchacho de Camas marcar un penalti a
lo Panenka); que a Isco le hayan convencido de
que es un trasunto de Zidane; que el sentido de
equipo brille por su ausencia y que todo el peso de éste,
hasta el momento, esté recayendo en dos hombres:
Cristiano Ronaldo y Diego López.
Así, con tan escasos recursos mostrados por un equipo tan
repleto de buenos jugadores, cabe pensar que el Atleti
llegue crecido al Bernabéu. Aunque a los madridistas siempre
nos queda la esperanza de que el Madrid saque a relucir su
casta. Eso sí, los habrá invocando a sus santos preferidos
para que Antonio Miguel Mateu Lahoz, árbitro del
partido, pegue el petardo. Ya que una buena capa…
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