Tengo que reconocer que la obsesión casi enfermiza que
prodigan el diario El Faro y su editor, Rafael Montero, por
José Antonio Carracao tiene también su mérito. Es difícil
encontrar un día detrás de otro una crítica basada en el
insulto y en la mentira a la que agarrarse para poner en
entredicho la conducta y la labor del Secretario General del
PSOE, aunque ellos lo hagan con una enorme profesionalidad.
Siempre apelando a la moral -de la que carece- y a la ética
periodística -que pisotea sin piedad-Rafa Montero se ha
caracterizado por sus obsesiones y por la utilización de
terceros para el logro de sus intereses, y, curiosamente,
casi siempre que lo ha hecho quienes le han ayudado han sido
personajes que han sucumbido al rencor y al resentimiento, a
los que luego el propio Rafa Montero ha traicionado. El
Partido Popular no debería olvidar eso.
El último capítulo de su ofensiva contra Carracao es
especialmente grave, porque parte de la base de la
utilización vil del insulto, de informaciones manipuladas,
medias verdades y mentiras. Pero la campaña contra Carracao
ha pinchado en hueso y el insulto empieza a ser sólo un
recurso pobre de un medio de comunicación con síntomas
claros de esquizofrenia a la que el gobierno hace seguidismo.
Lo mejor que puede hacer Carracao es resistir, porque somos
muchos los que no queremos una Ceuta de cloacas y
escupideros en el que triunfen las mentiras y los chantajes…
Queremos una Ceuta en el que triunfe el Estado de derecho,
también en la lucha contra la corrupción, incluida la
periodística.
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