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OPINIÓN - JUEVES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Lenguaje corporal
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Se convirtió en figura indiscutible de esta ciudad en cuanto accedió a la alcaldía. Generó un ambiente de entrega a su persona como jamás nunca antes se había visto. Cuando salía a la calle la gente lo paraba, lo tocaba, lo piropeaba, lo aclamaba. Y él, dejándose querer, componía una imagen corporal que encandilaba a las muchísimas personas que trataban de abordarlo. Es un alcalde tan humilde y tan buena persona, decían muchas mujeres, talluditas ya, que no nos lo merecemos.

Los paseos de nuestro alcalde por las calles de la ciudad eran casi diarios. Cualquier tiempo y motivo eran los más idóneos para ir del parque a la alameda. Vamos, desde la plaza de África a la de los Reyes. Y allá que los viandantes se paraban en las aceras para ver el espectáculo que ofrecía Juan Vivas al frente de una comitiva que parecía llevarlo bajo palio. Mientras él saludaba a derecha e izquierda y repartía sonrisas por doquier.

Los barzones de nuestro alcalde por las calles céntricas eran todo un acontecimiento. Y gran parte del personal se sabía de memoria días, horarios, y trayectos para vivir un espectáculo único. Ni que decir tiene que aquel fervor hacia su persona, hacia la persona del alcalde, le vino de maravilla para demostrar que a cumplido no le ganaba nadie. Que lo era más que un luto alicantino. Que ya es serlo. Tan ceremonioso como para que se dijera que un día, estando en plena efervescencia de saludos, se le ocurrió preguntarle a una señora por cómo estaba… Y ésta, con cierto gracejo, le respondió: ¡Juan, hijo, si soy tu suegra! Puede que sea leyenda urbana. Aunque no descarto que sea un hecho real.

Tampoco carecían de interés sus caminatas mañaneras. Muy mañaneras. Las cuales propiciaban que muchos y reconocidos “agradaores” se apostaran en la puerta de la casa de Vivas, esperándole para acompañarlo hasta el Monte Hacho o Benzú. Algunos daban la impresión de haber cogido sitio al alba. Es decir, de madrugada. Daba gusto verles haciéndole la ola matutina a nuestro alcalde. Quien, como es lógico, vivía en un mundo de colores. En la cresta de la ola.

Tan de colores que una mañana, durante un programa radiofónico de una emisora sevillana, llamó una señora y aprovechó que le dieron paso para decir que en Ceuta había un alcalde muy chiquitito pero que los tenía como El Espartero. Y la locutora se quedó en blanco. Tiempo que aprovecho la fan de nuestro alcalde para hacerle el artículo a su manera. Es un ejemplo más de cómo nuestro alcalde irrumpió en la escena política. Repleto de poderío y haciéndose con la plaza que celebraba la suerte de contar con una autoridad sin par.

Hasta hace nada decir cualquier guasa contra nuestro alcalde era exponerse a que te dijeran impropios. Hubo un momento en el cual los había dispuesto a proclamar que era un bendito de Dios. La mejor persona jamás nacida entre dos mares. Y uno, que no quería ser hombre masa a tiempo completo, principió a compararlo con Casillas. Y, claro, hicieron todo lo posible por enjuiciarme.

Ahora, tras haberlo visto de cerca en el Centro Penitenciario de los Rosales, el martes pasado, me he dado cuenta de que su lenguaje corporal es deficiente. Tiene la mirada huidiza y sus gestos son negativos. Y, por tanto, ya no entusiasma. Lo cual me preocupa. Y mucho. Pues nuestro alcalde está destinado a ganar las próximas elecciones. Ya que sus adversarios son de poca monta. Así que necesita cuanto antes sentarse en el diván de la recuperación.
 

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