La mejor estimación es la que uno
se profesa. Preciarse o sentir la dignidad de ser lo que se
es resulta de suma importancia para los hombres. Y cada cual
está en su perfecto derecho de calibrar su estima en la
medida que lo crea conveniente. Pues quererse forma parte de
esa primera necesidad que tenemos todos a fin de poder
hacerlo con los demás.
La estima en la cual nos tengan los demás es cuestión que no
depende de nosotros. Así que no hay por qué perder los
sentidos cuando nos damos de bruces con valoraciones que no
responden a las que tengamos nosotros de sí mismos. Verdad
de Perogrullo.
Hace ya bastante tiempo que se viene confundiendo honrado
con honesto. Cuando son adjetivos que no quieren decir lo
mismo. Por lo cual se puede ser honrado y carecer de
honestidad y viceversa. Luego está la buena fama, la
dignidad. Existe la heredada; pero es la ganada por sí mismo
a la que me voy a referir. Vaya el ejemplo: Fulanita del tal
es tan bondadosa como honorable; lleva, además, un porrón de
años ejerciendo como autoridad local y nunca ha dado motivo
alguno para que se recele de su honradez.
El ejemplo le viene que ni pintiparado a nuestra estimada
consejera de Presidencia y Gobernación: Yolanda Bel.
De la que, salvo cualquier desliz menor (como ese que le
adjudican de haber usado un coche oficial para trasladarse
de un sitio a otro en misión no correspondiente a sus
actuaciones como cargo público, o bien el que tenga un
hermano colocado a dedo en la FFC), verdad es que su
trayectoria política es inmaculada. Algo que, en los tiempos
que corren, no deja de ser como poner una pica en Flandes.
Por ser como es Yolanda Bel, honrada a carta cabal, nunca
hasta ahora había tenido que salir a la palestra para
explicarse sobre un asunto que el portavoz socialista,
José Antonio Carracao, ha denunciado. Por creer que se
ha cometido posible irregularidad de contratación y de pagos
fraccionados a una empresa por parte del gobierno. Con el
consentimiento de la consejera y del técnico
correspondiente. Que ni sé su nombre ni me importa un bledo
saberlo.
Para hacerse oír, tras la defensa numantina que hizo de ella
nuestro alcalde, como correspondía, y el también oportuno
alegato del portavoz del partido, la señora Bel decidió que
lo mejor era recibir en conferencia de prensa a los
periodistas de la ciudad encargados de semejante tarea. Y
así lo hizo: para tratar de deshacer entuertos. Cumpliendo,
pues, con su derecho a intentar cortar de raíz todas las
sospechas que pudieran haberse creado en cuanto a su
contribución en un asunto que no evidenciaba claridad. Y que
aún, a pesar de su comparencia, la de la consejera, y de sus
explicaciones, parece ser que no ha quedado nada tan claro
como desea quien se ha puesto al frente de la fiscalización
del que es conocido ya como el ‘caso de las facturas de la
empresa Kibesan’: Carracao. Será éste, por tanto, quien
deberá seguir investigando a la par que procurando no errar
más ni en las cifras ni en nada. Ya que el error actúa
siempre a favor de los denunciados.
No obstante, lo que sí me causó desazón, que no extrañeza,
fue la amenaza de la consejera: “Quien ponga en duda mi
honorabilidad se verá conmigo en los juzgados”. He escrito
en estilo directo, la bravata de YB, debido a que el estilo
indirecto aparecido en los medios es infumable. Y para
responderle a la señora Bel que la honorabilidad se defiende
con pruebas y no con la calificación otorgada por los
jueces. Así que no tiene nada que temer.
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