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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

Toro de la Vega de Tordesillas
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

El hombre, afortunadamente, ha evolucionado a través de los tiempos; de lo contrario, permaneceríamos subidos en los árboles, como se encuentran los homínidos y otras especies similares del reino animal. Pero, lamentablemente, es obvio y evidente, a pesar de encontrarnos en este siglo de progresos, libertades y bienestares; de que haberlos los hay todavía, los que continúan subidos en los ramajes de sus arboledas defendiendo ciertas tradiciones atroces, a pesar de que las mismas pueden vulnerar los principios básicos de una sociedad cívica, progresista, moral y humana con equidad y éticos sentimientos.

Mahatma Gandhi (político y pensador hindú), dijo entre otras cosas: “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”, y, “cuanto más indefensa está una criatura, más derecho tiene a que el hombre la proteja de la crueldad del hombre”.

Por ello, si la sensatez política de la actual España, es la que está brillando por su ausencia, para la deshonra del pueblo español, a pesar de que se pregona políticamente hasta la saciedad del más allá de nuestras fronteras, a través del paripé de la ‘Marca España’, de que este país es democrático, civilizado y moderno. La soberanía popular, no debería permitir la pasividad de ciertas autoridades, por no poner en marcha las medidas correctoras oportunas, para la total erradicación del maltrato animal permitido en las diferentes fiestas tradicionales; en las que ciertos animales, entre ellos, el toro bravo es vilmente torturado.

Como ocurre el tercer martes de cada mes de septiembre en Tordesillas (Valladolid), con la tradicional y salvaje práctica de dar muerte con lanzas a pie o a caballo a un toro bravo totalmente indefenso. Siendo por día más las voces, entre ellas las mías, las que claman contra esta bestial tradición y otras similares, que se celebran periódicamente en diferentes localidades de España, que permanecen ancladas en las raíces profundas más ancestrales, añejas y rancias de los pueblos.

Por lo que, si los que deben eliminar dichas prácticas no lo hacen; es porque presuntamente un determinado número de dirigentes de las distintas formaciones políticas españolas permanecen ‘subidos en los árboles’ de la ambigüedad de su talante; al prevalecer para ellos el mantenerse en las poltronas a través del voto en las urnas. Dando muestras con decenas de excusas, que les importa un bledo que se maltrate a los animales.

Y como la pela era la pela, y el voto fue y es actualmente el voto; no me extrañó absolutamente nada, que el Parlamento de Cataluña, prohibiera la celebración de las corridas de toros. Pero, sin embargo, no tuvieron esas señorías los arrestos suficientes para prohibir también todas las celebraciones tradicionales, en las que los toros con antorchas encendidas en sus cornamentas, son torturados en las calles y plazas catalanas.

Consecuentemente, me aterra enormemente que ciertos presuntos inhumanos prosigan con sus posturas, amparados en el marco jurídico vigente. Y es así, como lo pienso y expreso, porque si el sanguinario dictador Francisco Franco (que en paz descanse bajo toneladas de mármol de Macael en el Valle de los Caídos), a través de una circular de 1963 del Ministerio de la Gobernación, prohibió la celebración del Toro de la Vega; haciéndose efectiva entre los años 1966 y 1970. ¿Cómo es posible?, que en esta democracia española de charangas y panderetas, el Toro de la Vega fuera declarado en 1980 como Fiesta de Interés Turístico.

Circunstancias que hacen, que me sume a cuantas iniciativas civiles y disposiciones políticas se interpongan, para la total abolición de dichas tradiciones. Porque este pasado tercer martes de septiembre, le ha tocado morir lanceado a un toro de nombre ‘Vulcano’, tras ser perseguido y acorralado salvajemente; para la deshonra de la política estatal en general, que es la permisiva de la celebración de esas aberrantes celebraciones festeras.

Desconociendo también el por qué, determinados profesiones y aficionados taurinos, hacen oídos sordos sobre el acontecer del Toro de la Vega; porque es mucho el daño que le hace, por efecto rebote, a la celebración de corridas de toros. Espectáculos que mamé desde la etapa posterior a cuando gateaba; pero por día me cuesta más presenciarlos, al coexistir en mí unas sensaciones agridulces, porque la fiesta debe ir al unísono con la sociedad. De lo contrario, tiene los días contados al tener la espada metida hasta la empuñadura; de tal forma, que se extingue con más incisión que nunca, por culpa de ciertos profesionales y políticos, que son los presuntos causantes de no haberla adaptado a los tiempos.
 

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